sábado, 25 de diciembre de 2021

JUICIO

 Futuro pluscuamperfecto. FRANCISCO INGOUVILLE


En el aire estaba el holograma animado de mi cumpleaños de 40  (era tan joven) en que se me veía sirviéndome con una gran sonrisa una abundante porción de pulpo a la gallega, levantaba la copa y brindaba y mis amigos de la larga mesa aplaudían. Muchos de los animales presentes miraban esa imagen con expresión resentida. Había más de un pulpo entre el público. Hasta los perros y los gatos parecían nunca haber sido amigos nuestros ni haber comido bajo la mesa pedazos de carne que les alcanzábamos. El traductor electrónico  había asignado al fiscal, un Coatí entrado en años, la voz de Anthony Hopkins. Y se le oía decir en respuesta a lo expresado por nuestro  abogado:

"La defensa ha puesto a consideración del jurado argumentos remanidos. Ha manifestado que muchos de nosotros también nos comemos a otras especies y con frecuencia a la nuestra y han mostrado hologramas de cocodrilos comiendo crías indefensas,  leones matando cachorros de otros machos,  pájaros robando huevos.... de comadrejas matando gallinas. Es prácticamente innecesario  refutar lo insensato de estos argumentos, que en sí mismos no hacen más que reafirmar la culpabilidad de esta especie. Viven en un marco conceptual que les impide ver  la destrucción total de su entorno y lo compara con nuestra mínima matanza para subsistencia."

Los traductores del público emitieron murmullos de aprobación. Los ciervos asentían con sus grandes ramificaciones de astas.  Las vacas se miraban rumiando. Desde la pared vidriada un tiburón apretando  los dientes se destacaba entre los peces. Yo tenía claro que no había chance de salvarnos.  El fiscal mostró maquinaria agrícola gigante, y  aviones fumigando pesticidas en los campos. Mostró montañas gigantes de bidones plásticos de venenos, vacíos, apilados para su reciclaje después de haber sido usados para el exterminio. Mostró automóviles del siglo veinte cargando nafta en una estación de servicio y sus ocupantes tomando alegremente un refresco mientras el empleado sacaba de los parabrisas, miles de cadáveres de mariposas e insectos. A continuación se mostraban automóviles del siglo veintiuno en que los vidrios ya llegaban limpios.  Décadas de veneno habían logrado vaciar el aire de toda vida hasta dejarlo limpio. El cuatí  pronunció lenta e irónicamente la palabra limpio.  Los hologramas siguieron mostrando cadáveres de zorros, mulitas, liebres, vizcachas, perros, cuises, peludos, zorrinos y comadreja hechas una masa casi  irreconocible en las rutas donde habían sido atropellados y pisoteados... se veía a los conductores escuchando música y fumando mientras les pasaban por arriba sin siquiera prestar atención. La imagen de una alfombra de piel de oso, y los pies de un niño apoyados sobre la cara del animal, embalsamada  en expresión de ataque, provocó un murmullos en el público.

"...ellos  asfaltaron sus rutas  en nuestros territorios y decidieron que tenían derecho a matar al que osara estar en su camino..." decía el fiscal  "¡Peor aún!... ni siquiera lo decidieron... lo dieron por obvio. Es esa cosmogonía antropocéntrica y soberbia que juzgamos hoy... que ni siquiera ha sido sana para ellos"

Un delfín fue llamado a declarar sobre la pesca industrial con redes de arrastre que destruían sistemáticamente el hábitat de millones de especies que ni siquiera tenían interés para el Hombre. 

Las horas siguientes llegaron a convencerme de que éramos culpables.  Infinidad de imágenes de mataderos, curtiembres, zoológicos, safaris, desmontes en amazonas, asados multitudinarios, riñas de gallos y de perros, monos vivos con el cráneo abierto y humanos comiendo sus cerebros, langostas hervidas vivas... Y siempre las risas alegres de los humanos gozando de la vida. La crisis climática global, despiadada, innecesaria, absurda... Las fotos de la infinidad  de especies extinguidas, bellas e inocentes... fue el cierre drámático del alegato del fiscal. 

El jurado debatió durante semanas. No había duda que éramos culpables, pero la gran polémica era qué hacer con la humanidad. Nuestras fantasías giraban en remolinos desenfrenados que iban desde la exterminación, la tortura,  la  esterilización.  Nos van a comer vivos me decía una pelirroja, vecina de asiento.

Pero la decisión resultó sorprendente. Emitieron un documento bastante largo. En síntesis decía que iban a tocar nuestro ADN para sacar del cerebro la ambición desmedida. Comparando nuestros cerebros con "cerebros normales" como se definían a sí mismos, llegaron a la conclusión de que teníamos una cosa que ellos desconocían,   denominada "la capacidad de abstracción" y que eso nos permitía fabricar un modelo de la realidad en base a lo poco que percibíamos  de ella por nuestros sentidos. "Ese modelo que se construyen, tiene la precisión que puede tener un mapa de Pekin tallado con una cuchilla de cocina en la cabeza de un alfiler" Pero lo que les parecía más grave era la  idea del tiempo. Y asociado a ella la idea de acumular, y finalmente  la ambición desmedida y exponencial.

Mientras escribo esto estoy en la lista de espera para que me intervengan. He tenido la ocasión de estar con algunos ya operados. Parecen normales. Más cariñosos. Surge con ellos ese amor instantáneo que uno sienten y recibe con un perro en el momento de conocerlo y hacerle las primeras caricias.


Me encontré con mi vecina pelirroja, ayer, por la calle. Me sonrió aliviada. Me miró a los ojos y me dijo después de una pausa... "Al final la condena fue razonable... Muy humana."

FRANCISCO INGOUVILLE

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