jueves, 23 de diciembre de 2021

VIEJA Y JOVEN

 Llueve. Por fin: never rains in sunny Andalucía. Otra navidad viene atropellando con sus luces, paquetes y fanfarria. El virus ómicron se frota las manos...ah, no, cierto que no tiene manos... bueno, se regocija y también viene atropellando. Extenuante. Yo me niego a salir de la cama, calentita como estoy. 

Mi primi (pareja o primitivo, ya saben, apelativo inventado por mis compañeras del instituto por consenso) Miguel salió a tomar café. La gatita Mimi no deja de molestar con su hiperactividad matutina. A lo lejos, el ganso Cuaco escandaliza por cada ruido inusual que viene de afuera. La cálida rutina se despereza sin prisas. Leo algo de Borges sobre los espejos, una de sus obsesiones. Y hablando de espejos, el del baño ya está harto de mí y me lo dice a cada instante: "¡Otra vez por acá, vieja pergamino!" Pero yo no le hago caso y sigo cepillándome los dientes. "Tomá pa' vos, espejo pelotudo: ¡mirá que dientes!"

Borges tiene razón: los espejos tienen algo siniestro. Y sólo nos dan un respiro cuando se empañan con el vapor de la ducha bienhechora. Muchas veces el espejo me habla, pero lo hace desde otro tiempo singularmente remoto, porque es una joven atractiva, no mi mamá. Lo dijo Óscar Wilde: "las mujeres siempre se parecen a sus madres, y ésa es su tragedia". Una de vieja ve el reflejo de su madre en el espejo.

Y la guapa pendeja se burla diciendo: "ya verás cuando te falten las hormonas femeninas que los años te irán comiendo". La vieja canosa no cae en la trampa y replica al instante : "ya verás las cagadas que harás siendo joven, con tantas hormonas". 

Y así continúan, enzarzadas en un absurdo torneo de controversias, en la recién desempañada imagen del espejo. "Ya verás cuando te quedes embarazada por ese calentón pasajero", truco de la vieja "Ya verás cuando un orgasmo sea un acontecimiento internacional", retruco de la pendeja.

"Y mejor que no veas cuando seas transparente para los hombres de la calle", ríe la joven. "Y tú desearías ser sorda cuando hagas el ridículo preguntando cosas que revelen abismos de ignorancia", ahora es la vieja la que ríe.  

"¿Recuerdas ese novio que despreciaste en aquéllas vacaciones en Valeria del Mar, llamado Elton? Pues es archimillonario" desafía la nena "Sí, también supe que transforma billetes en algo aspirable por la nariz. Te lo regalo con un moñito".

Y sigue la esgrima argumental, la tonta competencia entre el pasado y el presente. 

"Yo no sé para qué emigraste, te dije que no lo hicieras. Ahora te la pasas soñando con tus amigas de Témperley, algunos compañeros de la facu y con los Elverdin", se burló la joven del espejo mientras se ponía rimmel. "Touché" admitió la vieja que ya no se maquilla (para qué), pero en seguida volvió a arremeter: "¿tienes una ligera idea de cuántas devaluaciones, inflaciones, corralitos y sobresaltos me evité emigrando? ¿O por qué te crees que sigo sana? Vivir allá es una proeza, sólo apto para equilibristas". 

"Emigrando perdiste una prometedora carrera docente en la universidad de Buenos Aires", volvió a la carga la pendeja estúpida. "Claro, pero no podía pagar el teléfono con prometedoras carreras, me mataba a trabajar para las obras sociales y vivía pendiente del indecente recibo del colegio de odontólogos de la provincia de Buenos Aires" argumentó la vieja mientras oteaba las raíces blancas emergiendo amenazadoramente de su pelo teñido. 

"¿Y qué pasó con el príncipe azul? ¿Apareció?" indagó con curiosidad la chica, mientras se reventaba un antiestético barrito. "Uy, uy, uy, de eso mejor ni hablar. Aparecieron un montón de ellos, no sólo azules sino multicolores; no eran malos, tampoco eran príncipes, pero eso sí, no tenían un mango. Ni un mísero varón domado. Uno solo dejará un rastro imborrable: Juan. Igual ya se murieron todos, puedo hablar sin que se ofendan.  Pareciera que desde joven tienes una capacidad inagotable para no quedarte sola, incluso de vieja, apostarás fuerte contra la soledad. Y ya pasando los sesenta tendrás un lindo e inesperado compañero... pero no te cuento más, tenés que vivirlo. Además, ¿para qué viniste? Ya te alcanzará el futuro... es inevitable y ni te imaginas con qué rapidez.

Esta vez se adelantó la vieja y preguntó, cambiando de tema: "¿Sabés cómo está mi casa de Cangallo por dentro?" . "Ni idea porque ya no es tuya. La vendiste. Sé como está ahora porque vivo en ella. Los libros de papá de Anatole France y sus discos de jazz en el elegante y enorme tocadiscos, el centro de mesa con los pollitos en el living, el orgulloso reloj antiguo en la chimenea, la amarilla colección Robin Hood en mi dormitorio, mamá en la peluquería, Riquet, el perro, dormitando en su cucha, en el jardín el árbol paraíso y su sombra benefactora, la tortuga Titina pidiendo lechuga en la puerta de la cocina. 

 

Papá en el ferrocarril,  trabajando, como siempre.  Mi hermano Mario charlando con su amigo Pipe Ruffa en el cuartito del fondo... todo normal. Justo ahora van a venir Pily Fernández y Sonia Samaniego ... todo normal en un día de verano bastante pegajoso...pero la verdad es que no sé cómo estará ahora porque como al final la vendiste, no tengo ni idea". 

Esa plácida pintura rústica y antigua impregnada de nostalgia emocionó a la jovata. Poseía una...¿cómo decirlo?... una tierna frivolidad, unas brisas juveniles. ¡Era tan luminosa, tan fresca, que seguramente la había idealizado! Se apartó rápidamente del espejo para ponerse a salvo de las lágrimas; pensó en todo lo que se le venía encima a esa despreocupada e impulsiva joven y de golpe sintió un gran cansancio, un agotamiento indescriptible. Se acordó de un cuento de Borges en el que él, ya viejito, habla con un Borges joven en el hotel Las Delicias, habitación 19, de Adrogué. 

Entonces decidió interrumpir la entelequia, la catarata de recuerdos y volver a sus arrugas, a su celulitis y a su verde jardín en Chiclana, a su querido primi incondicional en la cocina, silbando y oyendo el fútbol, a su hijo Camilo, ya con canas, picoteando algo en el comedor, a su gatita durmiendo en el sofá y al ganso en su lagunita. Mientras, no se cansaba de mirar la embriagadora lluvia en la ventana. El cristal resultaba mucho más benévolo que el espejo. 



10 comentarios:

  1. Me saltaron unos lagrimones.
    Un raconto precioso.

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  2. Buen balance de Navidad. Pese a todos los obstáculos fue ina vida buena y fructífera. Abrazo

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  3. Excelente!!! Como siempre quedo aprisionada en la magia de tu narración. Felicitaciones Mónica

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  4. Sigo sin creer como la Verdad desgarradora sos capaz de soltarla sin vergüenza en oraciones sueltas. Si no te conociera diría que inventas muy bien. Pero todo lo que cuentas es tan real y palpable como tus espejos o tus dientes. Hay una especie de tortura interna que cada tanto te viene a cuestionar el pasado. Pero se nota que hubieras tomado casi casi las mismas decisiones para llegar a este mismo sitio de tiempo y espacio.Mónica podría decirse, Mónica es asi, impredecible para algunos, indestructible e inevitable.

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    1. Gracias a todos por sus comentarios, mi pequeño público amigo.

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  5. Me gustó el relato. !!Lo que da de si un espejo!! Saludos desde el otro lado.

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  6. Como siempre Mónica!!!! Espejando su vida de un modo brillante.

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