miércoles, 24 de septiembre de 2014

EMIGRANDO, CAPÍTULO V. Jóvenes exploradores.

Una vez en Algeciras empezó la odisea. Quién más, quién menos todos los inmigrantes la tuvimos.
Los chicos explorando el entorno. Cuando no estaban en el colegio se lanzaban a la aventura. ¡Un mundo nuevo por descubrir! Tanta aventura que mi hijo mayor, junto con otros dos ejemplares locales, tuvo que ser rescatado por la guardia civil de un acantilado al cual treparon y luego no podían bajar, pero tampoco subir. "Cosas de chiquillos", me dijo con gran tolerancia el guardia ante mi cara de incredulidad.
Otro día, el menor, Alejo, llegó al consultorio con cara de compungido. Corriendo con los chicos por la playa se cayó y una rama le atravesó la mejilla de modo que, cuando se hacía un buche, el agua le salía por el agujero. A suturar y antitetánica. La nena estaba más tranquila. Ya se había fracturado la tibia cierto tiempo atrás haciendo gimnasia deportiva en Témperley.
El clan argentino "clandestino e indocumentado", los sin papeles (y los con papeles) nos juntábamos en una parrilla argentina a contarnos nuestros progresos con la ley de extranjería. Lo curioso era que siempre había policías comiendo allí, pero no pasaba nada. Eran amigables...supongo que nos veían muy pacíficos, aunque algo exóticos. Les causábamos buena impresión.  A veces venía el cónsul, que era un divino, a comer con nosotros. Una doctora altamente epecializada, que esperaba legalizarse hacía las empanadas y la pasta frola, y un doctor altamente especializado era el mozo. Entonces yo, a la hora de pagar, decía:"Ahhhh, no, si no viene un antropólogo a cobrarme, no pago".
 Después me enteré, hablando con taxistas, que nosotros (y los cubanos) estábamos como "muy bien vistos" por los españoles y muchos de ellos todavía recordaban cuando venían los barcos de Perón a traer carne y cereales, en la posguerra civil.
Y muchos hasta se emocionaban, agradecidos.
Como la legalidad se alargaba pasé a llamarme Lola para despistar. Lola, mucho más auténticamente hispano que Mónica. Tan auténtico como una corrida de toros.
Yo recomendaba a mis hijos que no anduvieran ventilando por ahí mi profesión, pero ellos me contestaban: "Pero, mamá, si ya te conoce todo el mundo".
Aprendí que el levante no es ir por ahí olisqueando hombres (o mujeres) sino un viento fuerte que viene de levante, oriente, donde se levanta el sol. La gente hablaba de "la gota fría", fenómeno meteorológico que origina grandes fluctuaciones del tiempo.
Apenas llegaba el invierno, las mujeres se uniformaban de negro. ¡Cómo les gusta el negro! (Ahora menos). Yo seguía con mis vaqueros gastados y mis zapas, o los de corderoy de colores que se usaban tanto en Argentina. Y así iba, tan colorida que llamaba la atención.
Al principio no sabía por qué me miraban tanto las otras mujeres, entonces se lo pregunté a una auxiliar de la clínica, quien me contestó sonriendo: "porque eres muy guapa, cariño". El primer piropo en España vino de una mujer.
Una vez fuí con unos recién conocidos a un pub. Algún que otro caballero apalancado en la barra me lanzaba miradas sugestivas. Y alguien me dijo al oído: "¿ves como no se atreven a más? Sólo miran. es que se nota que eres GUIRI". "Guiri" es el equivalente al gringo nuestro.
Era evidente que pertenecía a una fauna diferente y había como un mutuo descubrimirnto. 




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