Los amigos
en el tabaco, en el café, en el vino,
Al borde de la noche se levantan
como esas voces que a lo lejos cantan
sin que se sepa por qué; por el camino.
Livianamente hermanas del destino,
dióscuros, sombras pálidas, me espantan
Las moscas de los hábitos me aguantan
que siga a flote en cada remolino.
Los muertos hablan más pero al oído,
y los vivos son mano tibia y techo,
suma de lo ganado y lo perdido.
Así un día en la barca de la sombra,
de tanta ausencia abrigará mi pecho
esta antigua ternura que los nombra.
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