jueves, 18 de agosto de 2022

VENTAJAS DE SER ARGENTINA

RECUERDOS DE MÓNICA BARDI.

Era una bochornosa mañana de domingo de agosto en Cádiz y mi nieto Adrián y yo andábamos desorientados sin saber bien donde refugiarnos un día entero del inclemente sol andaluz. Yendo a la playa nos exponíamos a una insolación. El Corte Inglés estaba cerrado y sus cines, también. Nuestras casas no eran opción porque las relaciones familiares andaban torcidas y era mejor evitarlas. Pasamos por un precioso hotel en el casco antiguo y se me ocurrió una idea: como casi seguro que no habría habitaciones libres echaríamos mano del ingenio para conseguir alguna. O, al menos, lo intentaríamos. Le indiqué a Adrián que  íbamos a montar un teatrillo y que se mantuviera callado. Se rió entusiasmado e hizo el gesto característico de una cremallera sobre sus labios. Me acerqué al recepcionista y en un exagerado tono argentino-lastimero-víctima total le dije que recién habíamos llegado de mi país, que habían desaparecido nuestras maletas y que mi nieto pequeño y yo no teníamos donde descansar en este tórrido domingo. El recepcionista, muy joven, me susurró que había una habitación libre que había sido reservada, que casi seguro que hoy no llegaban los clientes, pero que era cara. Saqué triunfante mi tarjeta de crédito (mejor así, impulsivamente, sin pensar en ruinas posteriores). Mi nieto y yo pasamos un día divino e inolvidable (por lo menos para mi), alternando siestas, piscina, aire acondicionado y patatas fritas.

 "Abuela" dijo muy alarmado Adrián al principio, "no traje bañador". 

"Ah, no te preocupes. Seguro que encontramos algo en la tienda del hotel". Y así fue, aunque le quedaba un poco grande, pero sirvió. (Otra vez machacando la tarjeta de crédito). "El dinero no me hace feliz, me hace falta" dijo Groucho Marx en una ocasión. Y yo agrego: "a mí a veces me hace feliz". 

...................................................................

Mi médico de cabecera no me hace caso porque siempre estoy sana. Pero esta vez fui a echarle la bronca porque jamás me pide un control radiográfico a mi prótesis de cadera. Iba decidida a cantarle las cuarenta (siempre que me enojo me salen los argentinismos), así que le dije, apuntándole con el índice: "¡esto no puede ser, es una boludez que no me des pelota en esta cuestión! Ni que tuvieras que pagar vos la radiografía" 

Empezó a reírse y me contestó: "De puta madre, sigue hablándome en argentino, me encanta". 

"Callate, (cayate, dije en realidad) pelotudo (esta palabrota a ellos les gusta y no les suena ofensiva) y dame de una vez la orden para el traumatólogo".  

"No", dijo, "pero sigue hablando, por favor" y más se reía. Fin del cuento: me fui con una receta de una crema hidratante para los granos que me salen abajo de las tetas y sin traumatólogo. Claro que al final el médico me contagió la risa a mi también. A veces se gana y a veces se pierde aunque siempre se intenta. 

....................................................................

No logro obtener papeles que tengo que sacar por Internet. No logro citas en organismos oficiales por teléfono ni por Internet. Es un calvario. Me estresa y me enfurece esta cuestión. Así que solo me queda Salva. Salvador es el pasante del notario y, haciendo honor a su nombre, siempre me salva del naufragio on line. Pero hay que ir con cuidado porque tiene muchísimo trabajo y pocas pulgas y si lo pillas en un mal día, te puede mandar a paseo sin la menor contemplación. 

Así que tengo que emplear todo mi seductor argentinismo para lograr esos putos papeles. Llego a su oficina y le digo: "Salva, cariño, te canto un tango si me sacás el modelo 600 del ordenador y una cita con la Junta de Andalucía". 

Hosco y ocupado me contesta, mirándome por encima de sus gafas: "¿me estás haciendo burdamente la pelota?". 

"Si", le confirmo. 

"¡No tengo tiempo! ¿no ves esta pila de expedientes? Estoy liadísimo", retruca irritado. 

"Si, los veo, es un quilombo, pero a mí también se me acaba el plazo para presentar esto... por favor, Salva, sálvame", explico y suplico, al borde de unas lágrimas... de cocodrilo. 

Luego de un interminable período de latencia me mira muy serio a través de sus tupidas cejas y susurra "¿Y ese tango?"... 

"Adivino el parpadeo de la luces que a lo lejos van marcando mi retorno; son las mismas que alumbraron con su pálido reflejo hondas horas de dolor, etc..."

El inconfundible sonido de la impresora mezclándose con mi tango, me indicaban que Salva una vez más, me había salvado. Esta vez aposté al caballo ganador: "Por una cabeza de un noble potrillo..." dice otro tango. A la vez siguiente le llevé un buen vino porque con tangos ya no llegaba. 

....................................................................

Y el último, para no cansar al personal.

Íbamos en el coche Eva, mi divina asistente dental y yo en dirección a Jerez de la Frontera, a trabajar. Nos detiene la guardia civil para un control de alcoholemia. Riéndome les digo, pero dirigiéndome a mi copiloto: "Uyyy, Eva, escondé volando la botella de tinto" enfatizando, cómo no, el acento porteño. "Anda, mira tú por dónde, nos topamos con una argentina" dice el picoleto (coloquial irrespetuoso de guardia civil). Y sigue: "a ver, señora, ¿ha bebido y está conduciendo?". 

"¡Siiiii!", dice Eva, riéndose como solo se puede reír cuando se tiene la seguridad de no haber bebido más que agua. 

Los tipos se miraron, se sonrieron y empezó la cháchara del tópico, a saber: "¿hace mucho que vino de Argentina?... Yo tengo tíos allá... no ha perdido el acento ése tan dulce, etc, etc...

Viendo que la cosa se alargaba, les digo:  "¿Y la alcoholemia para cuándo?" 

"No hace falta, se nota que no han bebido". 

Entonces allí no más les solté una queja: "Ahh, no, no me pueden hacer esto. ¡Hace mucho que espero con una ilusión enorme para soplar en ese cacharro y ahora me dicen que no!"  Más risas compartidas (estamos en Andalucía) y finalmente llega la orden inapelable: CIRCULEN, SEÑORAS.

              FIN. 



2 comentarios: