domingo, 2 de julio de 2023

UN GATO ROTO

 


"Llegó a mi puerta una noche, mojado, flaco, golpeado y aterrado un gato blanco, bizco y sin cola.

Me lo llevé dentro, le di de comer y se quedó.

Cogió confianza en mí, hasta que un amigo subió la rampa del garaje y lo atropelló.

Llevé lo que quedaba de él al veterinario, que dijo:

“No tiene muchas posibilidades… dale estas pastillas… su columna está rota; ya lo estaba antes, pero de alguna manera se arregló, si vive nunca caminará; mira estas radiografías, le han disparado, mira aquí, los perdigones aún están ahí… Además, una vez tuvo cola, pero alguien se la cortó…”.

Volví con el gato, era un verano caluroso, uno de los más calientes en décadas, lo puse en el suelo del baño le di agua y las pastillas, no comía, ni siquiera tocaba el agua.

Mojaba mi dedo en ella y le humedecía la boca, y le hablaba, no me iba a ninguna parte, pasaba mucho tiempo en el baño y le hablaba, y lo tocaba suavemente, y él me miraba con esos ojos azules claros y bizcos, y con el paso de los días hizo su primer movimiento arrastrándose con sus patas delanteras (las traseras no le respondían).

Logró llegar al arenero, se arrastró sobre el borde hasta estar dentro, fue como la trompeta de una posible victoria sonando en el baño y en la ciudad.

Me veía a mí mismo en ese gato, también yo lo había pasado mal; no tan mal, pero sí bastante mal.

Una mañana se levantó, se puso en pie, cayó y se quedó mirándome.

“Puedes hacerlo”, le dije.

Siguió intentándolo, levantándose, cayéndose hasta que finalmente dio algunos pasos, era como un borracho; las patas traseras no querían hacer lo suyo y se caía de nuevo, descansaba, volvía a levantarse.

Ya sabes el resto: ahora está mejor que nunca, bizco y casi desdentado, pero la gracia ha vuelto, y esa mirada en sus ojos nunca se ha ido…

Y ahora a veces me hacen entrevistas, quieren oírme hablar sobre la vida y la literatura, y yo me emborracho y cojo en brazos a mi gato bizco, acribillado, atropellado y sin rabo y les digo, “¡miren, miren esto!”

Pero no lo entienden, dicen cosas como, “¿y dice usted que fue influido por Céline?” “No”, y tomo al gato en brazos, “por lo que ocurre, por cosas como esta, por esto, ¡por éste!”

Meneo al gato, lo levanto en el luz ahumada y ebria, está tranquilo, él sabe…

Es entonces cuando la entrevista termina y aunque a veces me siento orgulloso cuando veo las fotos después, y ahí estoy yo y ahí está el gato, y estamos juntos en la foto…

Él también sabe que es una idiotez, pero que de alguna manera ayuda."


-Charles Bukowski-

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