domingo, 12 de octubre de 2014

ANECDOTARIO I: CABINAS TELEFÓNICAS

Un primo de una paciente era guardia civil y, estando en la consulta, me dijo una vez: "¿te acuerdas cuando se formaban esas colas enormes en las cabinas telefónicas a las tantas de la madrugada?".
-"Sí"- contesté un poco azorada y bastante sorprendida. En realidad creo que cambié de tema rápidamente porque no sabía bien por qué ese hombre de la autoridad había sacado eso a relucir. Habían pasado tantos años.
El hecho descripto correspondía a una realidad que yo había vivido de primera mano.
Los argentinos (y los uruguayos, aunque pocos y algunos colombianos) habíamos emigrado en malón. Pero las otras corrientes migratorias como los rumanos, los bolivianos y los ecuatorianos vinieron después.
Por supuesto la principal corriente migratoria desde hace añares son los marroquíes a España, los turcos a Alemania y los argelinos a Francia.
Hoy me enteré por el diario que hay un millón de kurdos viviendo en Alemania.
En el Reino Unido hay absolutamente de todo, aunque no precisamente angloparlantes porque los australianos van, pero más de vacaciones y los norteamericanos se cuentan con los dedos de una sola mano. Los que van a quedarse son indios. Cada país con su ex-colonia.
Bueno, volvamos a Algeciras y su entorno.
Como es natural, todos querían hablar por teléfono con su familia y sus amigos pero en aquéllos años ni whatsapp ni Skype, por supuesto. Así que era caro. Caro no, carísimo...entonces....je,je, siempre pero siempre hay un recurso para los pobres inmigrantes. (Escuela de desarraigo)
Hete aquí que los autóctonos descubrieron que, cuando una cabina telefónica tenía una avería, a veces, se podía hablar indefinidamente con una sola moneda.
Viendo a los locales hablar con sus familias de otras provincias horas y horas sin parar y sin pagar, era plausible pensar que con el exterior podía pasar lo mismo. ¡¡Y pasaba!! ¡Diosssssss, qué emoción, hablar ilimitadamente sin pensar en las putas monedas! (Escuela de economía)
Entonces, la cosa se armaba así: si algún argentino veía una cola de españoles hablando y hablando, inmediatamente y por solidaridad, avisaba a los demás. La noticia corría como la pólvora.
Terminaban los españoles a una hora normal (12 de la noche, por ejemplo), ya que no tenían diferencia horaria con las otras provincias y entonces empezábamos nosotros.(Escalonamiento horario).
Claro, al principio todo iba rodado pero luego se llegaron a formar unas colas tremendas y fue necesario elaborar un reglamento porque uno no se podía pegar al teléfono 1 hora, mientras los demás esperaban, con frío, con lluvia y a la noche tarde. Si no encontrábamos rápido una solución se iba a acabar la solidaridad y nadie se preocuparía de avisar a nadie. (Curso acelerado de justicia y equidad).
Entonces, se hizo lo siguiente: se daba turno. y los que no tenían turno tenían que esperar hasta el final. 10 ó 15 minutos por persona. En ese tiempo podía llamar a todos los que quisiera. Si querían más tiempo, nuevo turno. (escuela de convivencia)
Si en ese momento no le contestaba nadie, tenía derecho a intentar de nuevo, luego del siguiente hablante. Se usaba el sentido común para que nadie se enojara o se sintiera desplazado.(Escuela de sensatez). Alguna vez, a alguno muy nervioso se lo dejaba pasar para no generar quilombos.(doctorado en tolerancia)
Los que organizaban aquello eran espontáneos.(Escuela de liderazgo). Muchos llevaban mate y galletitas. Gaseosas y café. Alguno hacía una pizza y repartía. Cada uno llevaba lo que quería o nada.
Había quienes se acostaban, ponían el despertador y luego, a las 4 ó 5 de la mañana, aparecían por allí. La cosa duraba poco, como se imaginarán, porque la Telefónica (en esa época, monopolio absoluto), detectaba la avería y adiós muy buenas...(escuela de aceptación)
Así, todos juntos, nos enterábamos de las cosas buenas y las malas que le ocurrían a los parientes y amigos de los que allí estábamos. Nos consolábamos, nos felicitábamos, nos alegrábamos o nos entristecíamos con lo que ocurría en aquel escenario improvisado.(Curso de empatía). A veces había explosiones de alegría, a veces alguien llamaba por encargo de otro que no había podido dejar a los chicos solos. O para dar un recado, o alguien decía: -"hoy te mandé una carta". ¡¡Las cartas manuscritas!! Parece que hablamos del paleolítico.
A veces alguien hablaba a su amor con otro amor al lado...los nenes hablaban con los abuelos...ellos tenían cierta prioridad para que no se les hiciera tan tarde. Todos mentíamos con respecto a los papeles, para no preocupar a los que estaban tan lejos. Una vez pasó un coche de policía, paró y se bajó uno a preguntar que hacíamos allí tantos y tan tarde y le explicamos la verdad. Lo que contestó nos hizo partirnos de risa: -"ah, ¿qué hablan horas gratis? Genial...¡¡que le den por culo a la Telefónica!!" Y se fue. No era asunto suyo. (Escuela del humor aplicado).

¿Y qué pasó después? Pues que, como siempre, había algún habilidoso que pensó -"¿cómo se pincha una cabina?". y encontró la respuesta porque cada tanto, ahora con excesiva frecuencia, aparecían los pinchazos. La situación se ponía turbia...una cosa es una avería espontánea y otra muy distinta un desvío manipulado. (Escuela del fraude y la picaresca, o viveza criolla, como decimos nosotros).
¿Y qué hicieron los habilidosos entonces? Que elegían ciudades diferentes cada vez. Al final se gastaban más en gasolina que lo que hubieran gastado en llamadas. Bueno, más o menos...según lo que hablaran. Eso duró poquísimo porque enseguida llamó la atención de la empresa, que colocó cabinas blindadas como en Inglaterra. Y hete aquí el final de otra situación original vivida a base de necesidad.
Terminaré contando lo que una amiga hizo, forzada brutalmente por la nostalgia.
Pasó por una calle donde un empleado de Telefónica arreglaba un complicado cablerío y tenía un terminal desde el cual hablaba. Mi amiga, que es educadísima, como todos mis amigos...(bueno, casi todos); le pidió al tipo en cuestión que le permitiera hablar a Argentina con su mamá. El hombre tardó largo rato en entender el estrafalario pedido. Mi amiga, al borde de las lágrimas, seguía explicando y suplicando. Sorprendentemente, ese hombre le pidió el número de su madre y la puso en comunicación...pero sólo 5 minutos, faltaría más. (Escuela de aceptación del diferente).
Y ESTO ES TODO POR HOY.

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