domingo, 31 de octubre de 2021

99 AÑOS


EDGAR MORIN, 99 años, filósofo. 

"Me sorprendió la pandemia, pero en mi vida estoy acostumbrado a ver llegar lo inesperado. La llegada de Hitler fue inesperada para todos. El pacto germano-soviético fue inesperado e increíble. El comienzo de la guerra de Argelia ha sido inesperado. Solo viví por lo inesperado y la costumbre de las crisis. En este sentido, estoy viviendo una nueva crisis enorme pero que tiene todas las características de las anteriores crisis. Es decir, por un lado, suscita imaginación creativa y suscita miedos y regresiones mentales. Todos buscamos la salvación providencial, pero no sabemos cómo.

Hay que aprender que en la historia lo inesperado sucede y se repetirá. Pensábamos que vivíamos certezas, estadísticas, predicciones y la idea de que todo era estable, cuando todo ya estaba empezando a entrar en crisis. No nos dimos cuenta. Debemos aprender a vivir con la incertidumbre, es decir, tener el valor de enfrentar, estar preparados para resistir las fuerzas negativas.

La crisis nos vuelve más locos y más sabios. Una cosa y otra. La mayoría de la gente pierde la cabeza y otros se vuelven más lúcidos. La crisis favorece a las fuerzas más contrarias. Deseo que sean las fuerzas creativas, las fuerzas lúcidas y las que buscan un nuevo camino, las que se imponen, aunque todavía estén muy dispersas y débiles. Podemos indignarnos con razón, pero no debemos encerrarnos en la indignación.

Hay algo que olvidamos: hace veinte años comenzó un proceso de degradación en el mundo. La crisis de la democracia no es solo en América Latina, sino también en los países europeos. El dominio del beneficio ilimitado que controla todo es en todos los países. Igual que la crisis ecológica. La mente debe enfrentar las crisis para dominarlos y superarlos. Sino, somos sus víctimas.

Hoy vemos instalarse elementos de un totalitarismo. Éste ya no tiene nada que ver con el del siglo pasado. Pero tenemos todos los medios de vigilancia de drones, celulares, reconocimiento facial. Hay todos los medios para surgir un totalitarismo de vigilancia. El problema es evitar que estos elementos se reúnan para crear una sociedad totalitaria e invivible para nosotros.

En vísperas de mis 100 años, ¿qué puedo desear?. Deseo fuerza, valentía y lucidez. Necesitamos vivir en pequeños oasis de vida y hermandad".


Hasta acá, la sabiduría de este lúcido anciano. Y el último párrafo es algo que vengo sintiendo, más que pensando: "pequeños oasis de vida y hermandad". Ya hemos comprobado que las grandes urbes no aportan una vida más agradable. Por el contrario, son estresantes y no aptas para niños ni viejos. Pero hasta los jóvenes están huyendo de ese modelo de aceleración y sobreestimulación. Estamos viendo como el capitalismo feroz ensalza el individualismo y aleja a las familias. Los lazos afectivos son lábiles y transitorios. La intolerancia hacia el OTRO rompe relaciones muy necesarias para lo emocional, para lo económico, para una mejor supervivencia. Las relaciones de vecindad se han enfriado y la desconfianza campa a sus anchas. 

Debemos volver a los pequeños oasis, a la vida comunal, al tiempo para la charla, a los espacios donde jueguen libres los niños y se despeguen de lo tecnológico. En fin, no nos sirve UN MUNDO FELIZ, de Aldous Huxley, pero volvamos a leerlo. 

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