sábado, 30 de octubre de 2021

TERESA PERALES


 La nadadora paralímpica Teresa Perales no necesita que se hable de ella porque sus hazañas son de una épica personal sobresaliente y ampliamente difundida, no tanto por sus sorprendentes éxitos (nadar estilo mariposa sin el apoyo de las piernas es casi impensable. Y lo dice una nadadora), sino además por sus características personales y su optimista aceptación de una vida plagada de duras adversidades. 

Pero a lo que voy: Teresa Perales vive sonriendo o riendo. Desde el punto de vista ortodóncico, su alineamiento dentario no es el ideal. Cualquier ortodoncista le recomendaría un tratamiento, incluso yo. 
Pero he aquí el dilema: esos dientes en esas encías, con esos labios, en esa cara, con ese marco esqueletal y con ese perfil psicológico ¿quién se atreve? Y eso, si ella quiere, para empezar. 
No me malinterpreten: son conocidos los beneficios de una perfecta (nunca me gustó esta palabra, ahora se habla de grados de excelencia) alineación dentaria y una buena oclusión. No hago apología de la maloclusión, faltaría más. Aclarado esto, los profesionales que llevamos tantos años en esta profesión sabemos de sobra que aún con una boca inobjetable desde el punto de vista estético y funcional, el stress (la enfermedad de nuestro tiempo) puede provocar verdaderos problemas en esa inobjetable boca. Y en primer término, las frustraciones de la persona que no se acerca a lo deseado. En esta sociedad de la imagen necesitamos con urgencia un curso acelerado de tolerancia a la frustración. Me pregunto si el paradigma físico de nuestro tiempo, esa autoexigencia para lograr la autoaceptación, por otra parte, nunca alcanzada, es algo sano. Y me contesto: NO, no es sano ni es humano. No somos esculturas griegas. 
Esta extraordinaria mujer, Teresa Perales, se acepta tal como es y se la ve muy contenta, además de que ella manifiesta tener una vida plena. ¡Y está en silla de ruedas...con una sonrisa cautivadora!
Me vuelvo a preguntar: ¿Por qué los jóvenes y adolescentes, que se supone que no quieren aceptar órdenes ni consejos de nadie, adoran al Che Guevara ( no saben  quién es, pero es guapo: sólo tienen el póster) y cargan con una rebeldía común a esa edad, son dóciles como corderitos ante la tiranía de lo impuesto por las modas, por la imagen, por lo mediático? ¿Por qué lo mediático los manipula a su antojo, antes de que su personalidad esté consolidada y ellos no se rebelan? ¿El sistema educativo tendrá algo que ver con su falta de espíritu crítico? En fin, muchas preguntas y pocas respuesta. 
Vienen a las consultas de ortodoncia y de cirugía plástica con unas aspiraciones que dan ganas de decirle: "nene/a, que no tengo la varita mágica, te conviene nacer de nuevo a ver si el marco esqueletal te sale mejor y algo se puede hacer". 
Lo que más me gustaba de la España de hace 30 años eran los jóvenes. Gorditos, altos y bajos, habitualmente de pelo y ojos oscuros bailando sevillanas o lo que fuera, sin ningún complejo, riendo a mandíbula batiente de su propio aspecto, disfrutando su juventud. Eso ha cambiado: ahora todos quieren ser BELLOS, CON DIENTES RECTOS, CON LABIOS GRUESOS, PERFIL RECTO Y CABELLO LISO CORTADO PLANO SIN QUE SOBRESALGA NI UN PELITO. Y si es posible, rubios de ojos celestes. Si todo esto no se logra, alguien tiene la culpa porque enseguida sale el "para eso pago". Del cuello para abajo ya ni me ocupo, pero imagíneselo el lector: tetas, caderas, piernas, todo divino; si no, frustración. De la lisura se ocupó un filósofo y, si me acuerdo su nombre, lo agrego. Habló de una sociedad ansiosa por la carencia de imperfecciones; nada de irregularidades ni asperezas. TODO TERSO, SUAVE, PULIDO, INMACULADO. Hasta en la arquitectura y en la escultura se ve: pasas la mano y nada altera su recorrido. Sin tropiezos, con certezas. 
¡Mamma mía! Mejor no mirar de la piel para adentro. 

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