jueves, 15 de septiembre de 2022

COMPAÑERA

 


CANON EOS 2000D. Foto de Marisa Martínez. 

MODELOS: Paco y Sonia. 

 COMPAÑERA por Jesús Vasco

          “Difícil año éste que ha transcurrido. Difícil porque mi cuerpo maltrecho ha sido sometido a una guerra sin cuartel. He tenido dudas de si volvería a ver florecer los prados o a las cigüeñas crotorar en sus nidos o a discurrir las aguas nerviosas de Noja, del Valderaduey, del Linares o del Castaños. Un viento solano me heló el aliento y me retrotrajo a mis primeros orígenes, como si el permiso para renacer de nuevo dependiera, exclusivamente, de un capricho de la naturaleza. Puedo decir, por el contrario, que ésta se ha portado bien conmigo, que me ha dado una oportunidad de seguir aferrado a este mundo con sus alegrías y sus miserias. Un trasplante de médula es el más claro ejemplo de una travesía cruel, excesivamente cruel, entre la muerte y la vida.

           Por fin, he vuelto a ver el Buciero, el teso de La Villa, el Moncayo y el Gorbea, y las alondras revolotear entre los matorrales. Por fin, he podido contemplar las miríadas de pinos ribeteando los montes y los frutos de las frondosas alimentar a corzos y ciervos. Por fin, he visto bañar de luz las cárcavas y brillar el sol jugueteando con las sombras que tanto me han hecho dudar. Por fin, estoy aquí, entre vosotros, venido de un mundo no tan lejano de incertidumbre y sufrimiento.

          Y aquí, a mi lado, mi querida compañera. Temerosa, aún, de si la tregua es duradera o sólo es un pequeño oasis en medio de dunas interminables y arenas sin fin. Aquí descansa con los ojos aún húmedos de contemplar amaneceres sombríos. Cuando me debatía entre la vida y lo contrario, abría mis ojos y estaba ella allí, mirando el horizonte a través de mis niñas y boqueando aliento con mis pulmones. Supe entonces que éramos uno, que hemos vivido las mismas vidas y soñado los mismos sueños. Que hemos mecido las mismas cunas y hemos compartido la misma mesa. Ahora he entendido esa voz interior que tantas veces me ha llamado sin ser plenamente consciente de que era ella quien ordenaba mi vida y le daba sentido.

            Pido la oportunidad de acabar los atardeceres juntos, de ver cómo el sol se esconde en el horizonte sucediéndole la noche y sus sombras. Deseo vivir este trozo de vida que me ha sido regalada asidos de la mano como cuando nos conocimos, renovando proyectos que nos ayuden a vivir juntos.

        Gracias, Eugenia, por tu generosidad, tu paciencia y por tu enorme inteligencia para llevarme con tino. Acaricia mis sueños para que sean felices, entrégame tu mano firme para que me agarre sin miedo, ilumina mis noches y comparte conmigo tus sueños. No me dejes nunca a merced del viento. No me entregues a un rumbo sin destino. Dirige mi proa hacia acantilados vírgenes donde revoloteen gaviotas inmaculadas y rompan olas de espuma blanca. Como aquellas que en Noja vienen y van. Vienen y van. Las mismas que tanto te gustan y te envuelven y que en silencio contemplas embelesada, soñando, quizás, portarlas allá, a La Alcarama que, en su día, también fue mar”.

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