sábado, 8 de abril de 2023

MUJER

 


GIOCONDA, YOLANDA, YO

GIOCONDA, YOLANDA Y YO por Mara Gavito

Transcribiré al final de este texto el poema que Gioconda Belli dedicó a Yolanda Díaz en el acto de lanzamiento de SUMAR. Pero antes quiero exponer mi propia reflexión. 

Será cosa de la vida, una pura casualidad… o será que, como mujer que soy, ciertas circunstancias se me repiten, se nos repiten una y otra vez. Creo que más bien es eso. La cuestión es que, aunque el poema es para Yolanda, yo también me sentí convocada al escucharlo. Yo y el recuerdo de tantas mujeres. 

En mi caso, me encuentro justo en un proceso de cambiar el foco de mis cuidados, de volver a recordar que de nadie puedo cuidar si primero no me cuido a mí misma. No se trata de egoísmo miserable. Nada más lejos de eso. De hecho, mientras comienzo este proceso, me voy encontrando ante situaciones en las que puedo ofrecer mi corazón y mi cuerpo (con todas sus limitaciones) para cuidar a otras mujeres. Y lo hago con amor, desde el corazón. Pero este proceso surge de un golpe fuerte que tuvo que ver con haber olvidado ese primer mandamiento: aprender a distinguir entre la necesidad de cuidado de otro, la vulnerabilidad inherente a cualquier ser humano y el egoísmo que se disfraza de penuria y de mala suerte. 

Esta es la lección que aprendí: mucho cuidado con los hombres que buscan dar lástima para, después de que lo has dado todo, te asestan el golpe mortal de la ingratitud y, para más INRI, buscan a cualquier precio generar en una el dolor de la culpa no merecida. Ojo con la maldad porque, aunque una quiera creer que todas las personas tienen un fondo bueno, eso no es real. La maldad existe y, la mayoría de las veces, viene vestida con piel de cordero. Será porque estoy viviendo este proceso de lucidez que la palabra poética de Gioconda me llegó a lo más profundo de la conciencia. 

Para ser una mujer fuerte es necesario ser capaz de distinguir y de saber elegir en dónde ponemos nuestros cuidados. Y no olvidarnos nunca de que el primer espacio que tenemos que cuidar es el de nuestra propia dignidad. Ese espacio es nuestra morada incuestionable, la que nunca debemos dejar de vigilar, la que siempre tiene que tener alarmas eficaces, el espacio que bajo ninguna circunstancia debemos entregar a nadie. 

Gracias Gioconda. Gracias Yolanda. Gracias mujeres. 

PARA LA MUJER FUERTE

Si eres una mujer fuerte protégete de las alimañas que querrán almorzar tu corazón. Ellas usan todos los disfraces de los carnavales de la tierra:

se visten como culpas, como oportunidades, como precios que hay que pagar. Te hurgan el alma; meten el barreno de sus miradas o sus llantos hasta lo más profundo del magma de tu esencia no para alumbrarse con tu fuego sino para apagar la pasión, la erudición de tus fantasías.

Si eres una mujer fuerte tienes que saber que el aire que te nutre acarrea también parásitos, moscardones, menudos insectos que buscarán alojarse en tu sangre y nutrirse de cuanto es sólido y grande en ti.

No pierdas la compasión, pero témele a cuanto conduzca a negarte la palabra, a esconder quién eres, lo que te obligue a ablandarte y te prometa un reino terrestre a cambio de la sonrisa complaciente.

Si eres una mujer fuerte prepárate para la batalla: aprende a estar sola, a dormir en la más absoluta oscuridad sin miedo, a que nadie te tire sogas cuando ruja la tormenta, a nadar contra corriente.

Entrénate en los oficios de la reflexión y el intelecto. Lee, hazte el amor a ti misma, construye tu castillo, rodéalo de fosos profundos pero hazle anchas puertas y ventanas.

Es menester que cultives enormes amistades que quienes te rodean y quieran sepan lo que eres, que te hagas un círculo de hogueras y enciendas en el centro de tu habitación una estufa siempre ardiente donde se mantenga el hervor de tus sueños.

Si eres una mujer fuerte protégete con palabras y árboles e invoca la memoria de mujeres antiguas. Haz de saber que eres un campo magnético hacia el que viajarán aullando los clavos herrumbrados y el óxido mortal de todos los naufragios.

Ampara, pero ampárate primero

Guarda las distancias

Constrúyete. Cuídate

Atesora tu poder

Defiéndelo

Hazlo por ti

Te lo pido en nombre de todas nosotras.

3 comentarios:

  1. Muy cierto, el hombre siempre fue el opresor de la mujer y, aunque parezca deconstrído, desconfiá.

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  2. A pesar de toda esa fortaleza que llevamos dentro siempre me pregunto porqué sucumbimos ante la debilidad interna del macho y aún a sabiendas bajamos para que ellos se sientan fuertes y ahí es cuando se engrandecen y viene el maltrato disfrazado de muchísimas maneras que no es necesario detallar porque todas lo sabemos...

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    1. Mi mujer dejaba que pensara que yo era el jefe, decía mi marido de su primera mujer, ya muerta. Protestaba porque a mí no me hacía falta un jefe, sino un compañero. Se vengaba diciéndome lo maravillosa que había sido su difunta y lo lista que era tratándole ( sí , como a un niño!)

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