viernes, 7 de abril de 2023

POLICÍA

 


Ayuda divina por JAIRO ROMÁN

“Señor, yo soy policía, tú me infundiste esta vocación, así como tú velas por el orden del mundo, yo también te ayudo a cuidar al menos una parte del mismo”. Así empieza la oración del Policía, pero uno se pregunta si Dios pensó en este rincón del mundo, en donde la maldad converge con el malvado en formas infernales. 

Ciudad Jardín casi siempre era un edén, al contrario de los caldeados barrios populares de Cali donde la rumba empieza los jueves y se prolonga hasta el domingo en la madrugada donde se recogían los muertos, fácil sumaban cinco muñecos, diseminados en calles teñidas de rojo que recuerdan la pasión de un pueblo. Ciudad Jardín era calmado, las personas se encerraban en los condominios para estar tranquilos; no reportaban casos de violencia intrafamiliar, ni peleas entre vecinos, pero sí cuando pasaba algo era grave: el robo de una caja fuerte con cientos de millones o un secuestro masivo. Los muertos no eran por causa de una “patecabra” hundida en el vientre. Ciudad Jardín era lugar de ajustes donde los cobros se hacían a punta de fusil. Recuerdo que patrullábamos con un revólver 38 Smith & Wesson Special, con seis cartuchos ajisosos y seis de repuesto. A veces por afán o descuido, solo reclamaba una carga: salía al servicio solo con los seis del tambor.

Era viernes y todo estaba tranquilo, nos encaletamos en la pieza de un motel que el administrador nos facilitaba; nos quedamos esperando que la central nos reportara. Serían como la una de la mañana:

—Zafiro de Central.

—siga Central para Zafiro.

—reportan un 904 en el Condominio Los Naranjos.

Llegamos, al vigilante le hurtaron el arma y se habían metido a una casa, nos señaló por donde huyeron los bandidos: se saltaron una reja cruzando al otro condominio. Corrimos sin ver nada, fue cuando escuchamos los tiros, ¡pah, pah!, nos tiramos al piso, mi compañero me preguntó que cómo estaba, dije que bien. Seguimos. Los vimos cruzar una zona verde, eran cuatro, los faroles de un jardín los delataron, ahí fue cuando los prendimos a Indumil ¡pa, pa, pa!

Los hijueputas se separaron, mi compañero siguió a dos, yo fui por los otros. Me llevaban cierta distancia, por allá intentaron subir un muro pero les quedó alto; aproveché y se los quemé ¡pa,pa,pa!; uno cayó y empezó a gritar:  —no me mate —suéltala, gonorrea o se lo estallo —dije—, el que estaba en el suelo soltó el arma, pero el que estaba de pie nada, —que piensa hijueputa, se piensa morir — ahí fue cuando la soltó—. Los esposé de una; traían una pistola Beretta, y una Mini Uzi 9 mm: miré mi revólver, me di cuenta que había gastado los seis cartuchos y no tenía de repuesto. Disimuladamente me eché la bendición y dije

—Diosito a veces se pone el uniforme.

Jairo Román 

05/04/2023

3 comentarios:

  1. No creo en dios, hasta que se demuestre lo contrario. Soy agnóstico y como decía Sagan, necesito pruebas contundentes, científicas.

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  2. Creo en la ciencia, soy un escéptico crudo.

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  3. Tampoco creo en Dios y desconfío de los uniformados, pero también creo que algunos hacen bien el trabajo elegido...y enfrentan los riesgos que éste implica.

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