sábado, 20 de mayo de 2023

LAS GAFAS

 

Cuento corto de Mónica Bardi. 

Esa pareja no pasaba por su mejor momento: la tensión en la convivencia era permanente y una mínima chispa desataba una catarata de reproches que herían por igual a ambos. "El ataque de las bocas sin cerrojo" diría Irene Vallejo. Circunstancias familiares, problemas domésticos y la erosión de la convivencia ponían a prueba la relación y por ahora salían perdiendo por goleada ya que en este caso el arco destinatario de la pelota era uno solo: la pareja. Los momentos de calma solo parecían preceder a la siguiente tormenta. Calma engañosa. Tímida tranquilidad hogareña siempre acechada por un lobo oculto en lo más oscuro de un bosque, listo para saltar. Y saltaba. Gritos, escándalo y amenazas de separación ipso facto rompían en un instante de violento desborde emocional, el delicado equilibrio. Y allí nadie se echaba atrás. La disputa por el poder y la toma de decisiones, no admitía retrocesos ni negociaciones y ni siquiera lograban llegar a un acuerdo de paz precario. En general, la tormenta duraba poco pero dejaba heridas cada vez más hondas, rencores que no cicatrizaban. 

Un día cualquiera, donde ya se habían dicho cuatro verdades sin pestañear, mirándose como feroces boxeadores; uno de los dos se dió cuenta que había perdido sus gafas, esas que le habían costado una fortuna. "¡Oh, no, otra vez no!" exclamaron a la par. Sin ellas no podía leer, protegerse del sol o conducir; lo cual era un problemón a resolver. Dejaron ambos a un lado las discusiones o la búsqueda de culpables e inmediatamente se estableció una tregua tácita. Los dos se abocaron a la tarea de encontrar las dichosas bifocales. Revolvieron habitaciones, bolsos y bolsillos, buscaron en el jardín, movieron muebles, otearon dentro de la nevera, rehicieron caminos recorridos ese día, llamaron al supermercado y fueron, porque el encargado les dijo que había tres pares de anteojos olvidados por los clientes... pero ésos no eran. Ambos emplearon toda su energía en ese asunto, sin peleas ni disputas. 

Después de horas de búsqueda uno de los dos decidió darse un descanso y se fue a echar una siesta, pero el otro siguió pensando y allí tuvo su momento Eureka.

Esa mañana hacía un frío excepcional y requería un abrigo que, muy poco después, se descartó por un sol incandescente que derretía lo que se pusiera a su alcance. ¿No estarían esas gafas escurridizas en un bolsillo del abrigo considerado fuera de temporada? Esa duda fue comunicada al instante a la pareja siestera que, de un salto, voló al canasto de la ropa para lavar porque allí estaban, riéndose de su travesura, las malditas gafas. 

¡Qué suerte... y qué lástima! Se acabó la tregua: otra vez el lobo estaba acechando listo para atacar. 




5 comentarios:

  1. Qué bueno Mónica! Creo que muchas parejas nos sentimos identificadas con los personajes del cuento :(

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  2. Hermoso relato con final agridulce.

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  3. Excelente, la tregua!!!

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  4. Un enemigo común une mucho…la pérdida de unas gafas también

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