domingo, 12 de junio de 2022

EL PELO NEGRO

 Por Mónica Bardi

        Dibujo de Mónica Bardi

Volvió ella de un viaje de trabajo. Era una científica reputada y respetada. Claro que, como toda científica, para cada hecho observable, hurgaba en una búsqueda incesante hasta dar con una respuesta justa. Igual que los psicólogos que se remontan al origen del parto hasta para explicar un inoportuno eructo. Por tales razones preguntó con exagerada insistencia a su marido por ese detalle en el cuarto de baño, aparentemente superfluo, que no escapó a su agudo ojo clínico. El se explicó o, mejor dicho, intentó explicarse por todos los medios a su modesto alcance. Pero claro, aquéllo no era plausible ni convincente... no tenía base teórica. Y lo dejaba a él en entredicho. Lo que, en realidad, no lograba hacerle entender a él, es que ella no interpretaba ese detalle como una infidelidad, sino que todo era por una cuestión puramente metodológica, por un amor al conocimiento, por un apego a la verdad y no por esa trivialidad de los celos. Ella no deseaba compartir sentimientos vulgares con otras personas igualmente vulgares. El enredo llegó a un punto tal que decidieron apelar a la gran inteligencia natural de la suegra, o sea, la madre de él, una anciana muy respetada. Ella los escuchó con profundo interés y en absoluto silencio. Cuando estaban ya esperando un diagnóstico  de la situación, una palabra... algo... la viejita estalló en estrepitosas carcajadas y tanto se rió, que su corazón no resistió y allí mismo se murió. 

Superado ese trance espantoso y como el asunto original quedaba pendiente, el interrogante seguía flotando en un sinvivir. Eso resquebrajó la mutua confianza de la pareja hasta que uno de los hijos vino de vacaciones y notó una atmósfera enrarecida, una nueva incomodidad en ese hogar, otrora armónico, y decidió encarar la situación. Hubiera preferido no entrometerse, pero su curiosidad pudo más y preguntó con delicadeza: "¿pero cuál fue ese detalle, mamá, que tanto te inquieta?" Cuando ella iba a responder, el padre empezó a protestar: "Es que tu madre y su poderoso instinto científico me tienen hasta el gorro... ve visiones absurdas".

"¡No veo visiones! Quiero corroborar algo real con una base empírica" soltó solemnemente ella. 

"Y dale..." suspiró el pobre mortal del marido, que solo se interesaba por el fútbol. 

"¡Pero bueno, basta ya!" intercedió el hijo, bastante contrariado: "¿me van a decir de qué se trata?"

La madre decididamente rompió el fuego: "Lo que pasó fue que a la vuelta del viaje, cuando me fui a duchar encontré un largo pelo negro en la bañera. Yo soy rubia de pelo corto y éste es calvo. ¿Alguien me puede explicar como llegó ese pelo allí?"

"¿Y eso es todo?" replicó boquiabierto el hijo. "Pero... pero... para eso hay mil explicaciones"

"¿Si? Dame una." desafió la madre. 

"Entró por la ventana con el viento"

"Ese baño no tiene ventanas, como bien sabes" replicó al instante la madre. 

"Eh... eh... quedó allí desde que vino la mujer de la limpieza"

"No tenemos mujer de la limpieza. Limpio yo", replicó muy digna. 

El hijo, que era un alto mandatario de la administración pública, puesto a dedo, por la libre designación del gobierno de turno, vió allí la única salida posible. Y pensó: "Ahora o nunca". 

Saltó como un resorte: "¿me estás diciendo que tú, mi madre, con todas las horas que estás trabajando en la consulta, no tiene AYUDANTE EN CASA?!? terminó en un alarido.

El padre se iba reduciendo a tamaños liliputienses y sus ojos danzaban desesperados, buscando un escape inexistente. 

La madre, perturbada por ese violento golpe de volante argumental de su hijo, había enmudecido. Lo cual envalentonó todavía más al hijo, que ya se sentía en un mitin político, rodeado de gente aplaudiendo. Y continuó: "con todo el dinero que se gastan en viajes y otras pavadas y tú, mamá te partes la espalda, ¿pasando la fregona y limpiando cristales subida a una escalera? Papá, mamá, a los dos me dirijo: ¡¡no podemos seguir así!! ¡Van a arruinar mi carrera política si esto se sabe!

"Pero si es tu madre la que no quiere que la ayuden: ella lo hace mejor que nadie en el mundo entero", murmuró el padre con rencor, en una voz apenas audible. El efecto posterior a ese comentario fue como echarle gasolina al fuego. 

"¡¡Me da exactamente igual: la contratas tú, papá!! ¡Con un par de huevos!¡Y ojo a quien contratas!¡No la vayas a sacar de un puti club! ¡Ya me pasaré yo por aquí a ver como van las cosas... así que ya lo saben, he hablado muy claro y quiero resultados. Y pronto!

Después de echar unas miradas admonitorias de padre a madre y viceversa, en actitud de mafioso siciliano, salió dando un portazo. 

Hombre y mujer se miraron perplejos y allí, solo allí, vivieron en carne propia las habilidades de un político de pura sangre, que sabe cómo desviar la atención del asunto principal y dejar a los demás en pelotas, por expresarlo  gráficamente. Ya nadie se acordaba del largo pelo negro. Secretamente se felicitaron por ese hijo, que nadaba en océanos de manipulación y corruptelas,  sin perder el rumbo prefijado. 

"Y ahora, ¿qué hacemos?" se dijeron al unísono mientras se miraban con un recuperado cariño.  

"¡CONTRATAR A UNA LIMPIADORA!"  

6 comentarios:

  1. Fantástico relato..... (jeje tendremos q aprender como desviar el rumbo de conversaciones incómodas?)

    ResponderEliminar
  2. Eres una crack que relato tan interesante al final de quien era el pelo jajajaja saluditos preciosa

    ResponderEliminar
  3. recordando a Borges, cuando le respondio a una dama con escape libre, " Yo me Hago cargo de su pedo " no se preocupe.. nadir se hace cargo de nada ...

    ResponderEliminar
  4. A ese pelo le hicieron una oda,lo recuerdo,oda al pelo jajajajaja

    ResponderEliminar
  5. Sin embargo pretende controlar, científicamente, cada detalle de lo que ocurre en la casa.

    ResponderEliminar