martes, 22 de febrero de 2022

INOCENCIA

 FRAGMENTO DE LA HIJA DEL CANÍBAL 

ROSA MONTERO.



(...) "Yo estaba durmiendo encima de un jergón en la cocina, como siempre, cuando me despertó un roce, una presencia. Abrí los ojos espantado: era la viuda. Se había acuclillado junto a mí y me miraba con una expresión extraña, indescifrable. Estaba cubierta desde el cuello a los pies con un camisón grisáceo de tela grosera; con una mano sostenía una vela torcida, y con la otra me acariciaba ligeramente la cabeza. Era ese leve toque lo que me había espabilado. 

"¿Ocurre algo?", casi grité, ronco de susto y sueño. 

"Shhhhh", dijo ella, arreciando en sus caricias, como quien calma a un niño: "S hhhh."

Y se tumbó a mi lado, en el jergón. 

Estuvimos juntos hasta el amanecer. Ella, que nunca hablaba, me susurró interminables dulzuras maternales: nanas apenas tarareadas, arrullos mimosos, consejos saludables.

"Cuidate, m'hijito, mi chaparrito, abrigate bien, que la Virgen te bendiga, pórtese bien, estese usted sosiego..."

He conocido, luego, en el amor, a mujeres taciturnas y calladas a las que la cama desataba, sorpresivamente, una lengua florida y prodigiosa. Algo parecido sucedió aquella noche con la viuda, pero la voz que se desnudó en su garganta no fue erótica, sino íntima y doméstica. No hubo nada sexual entre nosotros; la viuda, sin marido y sin hijos, en la frontera de la edad madura, vio en mi algunas horas a su propia criatura; y yo, huérfano y añorante de madre, me deje mecer embelesado en sus brazos inmensos. Así estuvimos hasta el amanecer, apretados el uno junto al otro, mi camisola deshilachada y sucia contra su camisón basto y crujiente, su olor nutritivo a pan y a sudor perfumándolo todo, sus manos de matar gallos y cochinos y patos acariciando mi cabeza con un roce dulcísimo, esas poderosas manos de mujer capaces de degollar y alimentar y apaciguar de manera indistinta. 

Fue una noche inolvidable, porque a partir de entonces se acabó mi niñez. Fue la noche de la última inocencia". (...)

                                     ROSA MONTERO

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