lunes, 14 de febrero de 2022

LECTURAS

 VIENEN TIEMPOS DUROS PARA QUIENES VIVEN LA VIDA MODERNA. (recortes de un artículo mucho más largo y razonado).

Peter Sloterdijk   30/1/22

El País N°351 

Nacido en 1947 en Alemania. Su libro IRA Y TIEMPO nos cuenta que la ira surge cuando hay decepción por las promesas no cumplidas. En Rusia se llevan el primer premio en este aspecto y su gente ya no cree en nada. Son muy cínicos y se contentan con que la política no les moleste demasiado. Hay resignación. Sin embargo, la democracia necesita algo de esperanza para mantenerse aunque, por ejemplo, los europeos ya van por el mismo camino que los rusos: la decepción y la resignación. Su prioridad y su refugio es la vida privada, el PRIVATISM. Los británicos, tan flemáticos, parecen haber decidido tomar a Boris Johnson como una especie de payaso, (muy a la inglesa) y hasta los franceses, siempre dispuestos a protestar, están cansados. (La pandemia, para más inri, ha aumentado la tendencia a la privacidad).

Todo esa ciudadanía desencantada va dejando las manos libres a los políticos.

Tras la ruptura del mundo bipolar en 1990 y la irrupción de China en la globalización, Putin, nuestro atlético y rubiaco ex-soviético, aspira a un mayor liderazgo pero sabe que el estilo ruso no es atractivo, más bien tristón. Y el chino, tampoco. Algo del norteamericano queda aunque parece ser que Europa, a pesar de su decadencia, sigue siendo la reina del glamour y por eso atrae mucha inmigración, de la cara (con esta nunca hay problemas) y de la barata (con esta siempre hay problemas). Y ésa es justamente la cuestión: "estamos en una gran contradicción. Según nuestro sistema de valores simbólicos estamos obligados a mostrar hospitalidad y generosidad (...) pero no queremos hacerlo". 

"Hay una urgencia idealista por parte de sacerdotes, activistas o ciudadanos que quieren integrar al extranjero; feministas, por ejemplo, que acogen a víctimas de violencia sexual, pero es una contradicción porque no queremos lo que deberíamos y nunca lograremos que la mayoría de la población quiera lo que debe". Se puede decir más alto pero no más claro, como reza el tópico. 

Este filósofo ha captado lo que en alemán se conoce como el ZEITGEIST, que se podría traducir como el espíritu de nuestro tiempo. 

 Vivir en esa contradicción permanente no puede ser bueno para una sociedad. Es como nadar contracorriente, remar en dulce de leche. En fin...

OTRA LECTURA: CUANDO LA MORAL ENTRA EN COMBATE. 

El especialista en psicología evolutiva Pablo Malo, en su libro LOS PELIGROS DE LA MORALIDAD (Deusto, 2021) escribe que si los políticos y los encargados de gestionar la cosa pública pasan a ser entidades BUENAS o MALAS, empezamos mal, valga la redundancia. Si tu partido encarna el mal y el mío, el bien, la cosa se pone fea. Estamos en blanco y negro pero sería preferible pasarnos a tonos más grises, donde el absoluto no existe. Donde se puede acercar posiciones sin ataques personales ni descalificaciones insultantes. Naturalmente que todo esto suena a chino básico porque lo que estamos viviendo es todo lo contrario. Igual no deja de llamar la atención lo que afirma este psicólogo: MENOS MORAL, que está en las antípodas de todo lo que se predica, ya que es común leer o escuchar que vivimos en un mundo donde se ha perdido el norte, los principios y la ética y debería haber más moral. Pero parece que no porque está claro que nuestro rumbo como sociedad debería rectificarse. 

Moeller (Columbia University Press, 2009) redondea la idea: (...) "Para provocar emociones, obtener atención, crear 'seguidores', las historias deben tener una carga moral que es, en su opinión, potencialmente peligrosa. Ante este panorama, la tesis de Malo es que necesitamos menos y no más moralidad en este siglo XXI". "Una democracia debería funcionar con un sistema en el que no importe en absoluto si las personas son buenas o malas" sostiene, "porque estaría perfectamente delimitado lo que puede hacer cualquiera que llegue a ese puesto". (Utópico ¿no? Sin embargo hay ejemplos reales de que esto ha ocurrido en el planeta Tierra y otra vez tenemos que recurrir a los países escandinavos). 

La moral tribal es la que nos lleva a amar o a odiar a un líder político cuando en realidad deberíamos escuchar sus propuestas, sus ideas y sus razones y no a nuestras emociones. Se reconoce un retroceso, una regresión, un miedo provocado por la inestabilidad mundial que se vale de las redes sociales para propagarse. 

Nietzsche ya lo advirtió: "en la moral no hay que ir a los extremos porque, de hacerlo, acaba uno asqueado". 

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