miércoles, 12 de mayo de 2021

EL BANQUITO

 "Nos dejamos la vida cuando amamos, cuando vivimos. El fondo se desvela solo a aquél que logra rehacerse en plena caída transformándola en vuelo"

                                      HANNAH ARENDT


Canta Serrat: "de vez en cuando la vida nos besa en la boca y a colores se despliega como un atlas..."



Año 2016, Sancti Petri, Chiclana, Cádiz, España. Pequeño bar familiar bastante cutre con toldo azul al aire libre. Viento de Levante. Pequeño puerto pesquero, voces y fichas de dominó. Risas y comentarios que sólo esos viejos pescadores con sobrepeso y pelo blanco son capaces de entender a fuerza de sobreentendidos. El y ella sentados en una mesita bajo el toldo azul en medio de la vieja y abandonada almadraba. 

Serrat canta: "...de vez en cuando la vida se hace de nuestra medida, toma nuestro paso y saca un conejo de la vieja chistera". 

Y efectivamente el conejo debe haber salido de la vieja chistera, porque "alguien" con una varita mágica transforma un momento agradable pero casi habitual, en algo excepcional que nos brinda una nueva y emocionada mirada. Algo no inmanente se apodera del entorno. Entonces todo se ilumina y brilla con una luz diferente. Las dimensiones de la realidad han cambiado, las percepciones se han alterado y como si de una epifanía se tratase se oye una música que no existe. El tiempo de enlentece y cambia de sabor. 

El banquito. Ese vulgar banquito de madera y los sorprendentes e infantiles recuerdos del hombre alrededor de ese banquito. El banquito multiusos desata primero la sonrisa de ella y luego la risa. Pero no sabe exactamente de qué se ríe. Quizás la divierta que un insignificante, humilde y gastado objeto de antigua madera atraiga tanto la atención de él. ¿Tantas historias ya pasadas contiene el dichoso banquito? Lo absurdo e insólito de la situación le da todavía más risa. ¿O será la varita mágica que la ha drogado? ¿¡ O será la felicidad!?

El banquito de marras, objeto indispensable para coser viejos calcetines, para apoyar los vasos cuando la mesa está ocupada con las fichas de dominó, para que los niños pequeños se trepen y puedan alcanzar la ansiada y elevada caja de galletas y quién sabe cuántas aplicaciones más, adquiere de repente una personalidad propia con una historia centenaria que ella desconocía por completo. 

Lo mira y lo vuelve a mirar y esta vez es ella la sorprendida. Hasta los árboles añosos que sobreviven a la ruinosa almadraba ríen a carcajadas sacudidos por el viento de Levante, mientras el banquito nos cuenta su centenaria vida. El calor aprieta pero no es momento de quejarse. "...nos regala un sueño tan escurridizo que hay que andar de puntillas por no romper el hechizo", sigue cantando Serrat. 

En una pared cercana a punto de derrumbarse alguien pintó a una mujer azul que huye mirando de soslayo con ojos atemorizados. Ha robado un atún de la almadraba y se lo lleva con los dedos crispados. Ella solita simboliza a millones de mujeres que roban para darle de comer a sus familiasy seguramente la mujer azul usó el banquito multiusos.

"...de vez en cuando la vida afina con el pincel, se nos eriza la piel y faltan palabras, para nombrar lo que ofrece a los que saben usarla". Otra vez Serrat. Todo esto ha creado una magia, ha propiciado esta atmósfera en la que él, con su brillante mirada color miel, se transformó como por ensalmo en quién realmente era, abandonó sus máscaras y mostró su esencia. A partir de ahí hablaron un lenguaje sin palabras que solo ellos dos son capaces de entender.  


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