domingo, 23 de mayo de 2021

EL PUZZLE.

 


Es una gloria bendita (por usar una expresión hispano-católica), cuando viene a casa, esta joven que una vez creció en mi útero, mi hija Cuyén, y obsequia risas y comentarios a mansalva, sin calcular que los demás no tenemos armaduras que no se derritan en su presencia. Sufrimos, en este momento, tres causas de dolor profundo: la muerte de Graciela por covid, la enfermedad de un buen joven, hijo de una gran amiga y la madre de mi único nieto Adrián, también hospitalizada. La angustia y la pena nos han caído encima como plomo fundido, dejándonos enn estado catatónico. Cuando viene Cuyén le cuento y nos lamentamos juntas... para estos hechos las palabras se agotan, se cansan, se van volando y quedan esos silencios grises, esas miradas perdidas y poco más. 

Luego comemos algo, tomamos té de jengibre y nos disponemos a entretenernos agregando piezas al puzzle, ahuyentando así lo inevitable. Un buen rato estamos abducidas por la concentración que necesitamos para encajar las endiabladas piecesitas en su lugar correspondiente, mientras vamos intercambiando comentarios cortos y aleatorios. 

Yo abro el móvil, buscando auxilio, y encuentro a una excepcional pianista surcoreana llamada SANGAH NOONA tocando "POR UNA CABEZA", que algún alma caritativa me mandó por WhatsApp. Excepcional interpretación. La música siempre transporta y acompaña, aunque ésta en particular a mí me manda en imaginario vuelo chárter sin escalas, a otros dorados y adorados paisajes y a mis queridos lejanos amores, allá, cruzando el Atlántico.  Como tengo la letra de ese delicioso tango en un viejo papelito arrugado y sucio en mi billetera siempre conmigo, siempre cerca... siempre cerca de mi cuore... lo saco y lo recito. Repito la grabación y esta vez lo canto, muy bajito para no asustar a la audiencia, o sea, mi hija, la única que es capaz de soportar ese tipo de tortura. No había nadie más, pero si hubiera habido, era su momento de huir al baño. No me importa y lo vuelvo a cantar, siempre muy suave. Tan mal no me sale. Lo que pasa es que yo me autocritico demasiado, soy una boluda (y otras veces me justifico demasiado, boludamente también). Pero a lo que íbamos: amo ese tango cuya letra describe dos pasiones en paralelo, que, como casi todas las pasiones, terminan en un despeñadero sin fondo. Y hablando de amores, llega lo inesperado. 

Cuyén se ríe sin despegar los ojos del puzzle. Entonces, como canta Serrat "de vez en cuando la vida nos besa en la boca y a colores se despliega como un atlas". Ella va desgranando hipnótica y lenta, de qué manera tan radical ha cambiado últimamente su vida con su pareja de 11 años, Carlos. El amor de ellos, encerrado entre cuatro paredes por una inesperada pandemia, estaba arrinconado y acojonado (perdón, otra expresión local). Las broncas, el hastío, la falta de guita, la rutina, el aislamiento obligado lo tenían al amor en un rincón oscuro. La pasión inicial hacía rato que había pasado. Día por medio, una discusión. En este punto y en otras circunstancias la separación estaba servida en bandeja de plata. Pero hete aquí que no podían por todo lo enumerado arriba: estaban condenados a aguantarse, por lo menos hasta que pasara la pandemia. 

Esta conversación me recordó a un río, que fluye a la par del tiempo. Corre viboresco entre piedras y raíces y, de pronto, desaparece de la superficie y se hunde buscando quién sabe qué. Se hace subterráneo, corre enceguecido. Metros, a veces, kilómetros; van sus heladas aguas cayendo por sus cauces, hasta que, cuando le da la gana, emerge de nuevo al sol y a la luna, a la lluvia, a la rosa de Borges, a las ranas, a lo contingente... buscando quién sabe qué. Pero ya son otras epicúreas aguas, con otro color, con otro olor y desde otro lugar. 

De repente emergió el amor de Carlos y Cuyén,  pero era distinto, igual que el río y salió del rincón,  fructificado y transformado en un adulto. Lejos del efímero enamoramiento de adolescente; listo para el cariño, la compañía, el apoyo, la inteligente evitación de conflictos, la paciencia y otras yerbas parecidas que se adquieren con el rodaje. ¡Qué suerte que le dieron tiempo y no lo mataron antes! 

Mi niña chiquita, Cuyén, me contaba todo esto como si de una mágica metamorfosis se tratase, sin despegar los ojos del puzzle, siendo la primera sorprendida por este regalo inesperado. 

Entonces me di cuenta que estábamos viviendo esos momentos únicos en los que el dolor, el pesar, por todo lo que está pasando, corre su oscura y ominosa cortina y flanquea el paso a la felicidad. Dominante, poderosa y con un pincel llena todo de cálidos, de luces, de sonrisas, de placer... brevemente se presenta. 

(...) "Y quien diga que no ha llegado el tiempo de filosofar o que ha pasado ya, es semejante al que dice que no ha llegado el tiempo para la felicidad o que ya ha pasado". EPICURO.

Un instante de maravilla en medio del pesar. ¡Agárralo que se vuela!...Ya se voló, Epicuro. No importa: igual estamos agradecidas y con regusto a dulce de leche en la boca. 


5 comentarios:

  1. Precioso, como siempre. Abrazo familia. Aquí en Argentina avanza el bicho. Entramos en cuarentena más extricta, mientras esperamos más vacunas.

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  2. Literalmente armonico, y amoroso las pinceladas de ternura ponen colores de calidos pateles, en un relato que refleja que el amor filial y de pareja pueden dormitar un tiempo pero como el arroyo cantarino en una montaña fluye en el recodo y tiempo mas inesperado.
    Precioso Monica!!!!!!

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  3. Hermoso y desgarrador a la vez.lodicto el cuore y lo acompaño el talento.

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