jueves, 9 de septiembre de 2021

CHICLANA, MI CIUDAD.

 Hace poco escribí algo que titulé MOMENTOS y trataba de instantáneas felices o placenteras (que no es lo mismo) ocurridas a lo largo de mi larga vida. Y que siga, mi vida digo, si fuera posible. No tengo prisa por salir de la caverna de Platón y entrar en el... ¿otro mundo? Pero a lo que iba, hoy transité una mañana mágica. Sí, mágica. Ni feliz ni placentera, sino más. MÁGICA. 

Salí en mi coche y traté de estacionar donde siempre para tomar un café en BONSAI, mi cafetería amiga. Cómo no había lugar di una vuelta por unos callejones vecinos e inhabituales para mi. Y allí apareció, como de la nada, una pequeña calle cortada. Y la varita mágica. Inmediatamente vi su encanto: un patio abierto, un árbol cuajado de flores, macetas alrededor del tronco, unas sillas y una mesita en una vereda inexistente, más atrás una puerta entornada con una cortina trémula, una escoba brujil apoyada en una pared y un pasillo perdiéndose entre aromas mediterráneos. Todo con una luz especial, estaba medio nublado. Un perrito acostado cerca me miró sin entusiasmo y luego siguió durmiendo. Sé que lo que estoy describiendo parece una banalidad, pero ya verán cuando lo pinte. El placer estético me tuvo petrificada saboreando ese pequeño rincón del mundo en un instante único. Lo recorrí lentamente. No había nadie pero estaba todo abierto. Le saqué unas fotos que lo desmerecían por completo.






Por fin superé el período hipnótico y fui a encontrarme con mi hija Cuyén y mi amiga Zoila. No sabía lo que me esperaba. Fuimos a la torre del Puerco, una playa divina desde la cual se divisa, a lo lejos, el, para mí, rey de todo lo mágico: el castillo de Sancti Petri, bañado por aguas atlánticas y guardando entre sus paredes historias fabulosas de espadas, invasiones y sirenas. 


Torre del Puerco.

Castillo de Sancti Petri. 

En la amplia azotea del elegantísimo restaurante EL CUARTEL DEL MAR había unas personas con cámaras y teleobjetivos oteando el horizonte. Eran los socios del LIMES PLATALEA de la SOCIEDAD GADITANA DE HISTORIA NATURAL, que ha descubierto por donde "saltan" las espátulas (Platalea leucorodia) hacía África. El lugar era desconocido para la ciencia hasta que se puso en marcha este proyecto en el año 2012. Es lo que se llama "corredor migratorio" y se han llegado a contabilizar más de 20.000 aves. El paisaje era imposible de describir con palabras: el cielo transparente, las aguas verdosas lamiendo la arena, las escasas plantas de los médanos, todo, todo era belleza. Olores a sal, colores saturados y la inmensidad por delante. 

De golpe, se escuchan unas fuertes voces anunciando algo: en la lejanía de ese azul inmaculado se veía una bandada de aves blancas: eran espátulas, que emigraban desde Europa a África, en perfecta formación y agitando sus níveas y enormes alas. Un espectáculo delicioso e incomparable. Los naturalistas fotógrafos nos contaron que hacía días que esperaban alguna bandada. Y justo nos tocó presenciar ese instante único. Imposible fotografiarlas nosotras: era muy, muy lejos y por hacerles fotos nos hubiéramos perdido el momento de seguir su vuelo hasta perderlas de vista. Una emoción sin alharacas, efectos especiales ni Photoshop. Algo que no se puede comprar porque no tiene precio. 







2 comentarios:

  1. Que lindos colores en estas palabras

    ResponderEliminar
  2. Que genial haber prescenciado ese momento mágico
    Abrazo prima. Aquí en Buenos Aires have 5 días que no vemos el sol.

    ResponderEliminar