martes, 21 de septiembre de 2021

ESPEJO

 


Eran como mellizas y crecieron a la par, como dos plantas que enraizan el mismo día. Sin embargo, en algún momento sus caracteres se distanciaron tanto que solo quedó el parecido físico. Primavera era como su nombre; alegre, optimista y solo tenía ojos para la parte rosa de la vida y Huailén era seca, pragmática, desconfiada. Luminosa y matutina la una; oscura y crepuscular la otra. A las dos les gustaba estudiar. La primera leyó abundante literatura de las narraciones que cuentan los que ganan las guerras y eso la ponía contenta. La segunda buscaba entre líneas las intenciones ocultas non-sanctas de toda publicación y eso alimentaba su sarcasmo. A veces tenían discusiones y andaban enfadadas un par de días, pero siempre lo superaban. Y así crecieron y estudiaron las dos las mismas carreras: medicina y antropología. Aprobaron con las mismas notas y el mismo día. Medicina, para salvar a los vivos de las enfermedades y Antropología para indagar a los muertos y sus circunstancias. (Covid y Tartessos). Un día cualquiera las cosas empezaron a cambiar, como por azar: es que estaban madurando. Huailén contagió paulatinamente a Primavera sus grises melancólicos a la vez que ella se iba llenando de tibios amaneceres: la balanza se estaba nivelando de manera lenta e insensible. Los sentimientos y las emociones amortiguadas se fueron trasladando a sus facciones: ese rictus a los lados de las comisuras de la avinagrada Huailén se borroneó por las sonrisas, mientras que las invisibles líneas de la frente de la feliz Primavera se profundizaron por las preocupaciones y las dudas. Los ojos adquirieron un brillo lunar en una mientras se empañó la mirada en la otra. Este paulatino intercambio borró las tenues diferencias entre ambas. Si antes se parecían mucho ahora eran idénticas. Ni la familia ni los vecinos que las habían visto crecer lograban diferenciarlas. Ellas todo esto lo vivían cómo algo divertido, aunque muchas veces les traía complicaciones y malentendidos. 

CAPÍTULO 2

Unos años más tarde, siendo ya jóvenes adultas, se enamoraron como locas de un profesor de tango y, como era de esperarse, las dos aprendieron a bailarlo y a amarlo, tanto al tango como al profesor. El pobre hombre a duras penas lograba identificarlas, de modo que nunca sabía con quién bailaba o con quien dormía. Las quiso convencer de que se hicieran un tatuaje para saber quién era quién. Al principio se negaron pero luego aceptaron y se hicieron un tatuaje idéntico en el mismo brazo. Vuelta a empezar. Las dos se quedaron embarazadas y parieron dos parejas de mellizas adorables. Las imágenes se multiplicaban a la enésima potencia, como un juego de espejos infinitos, dulce y siniestro a la vez; parecían mil personas insondables de una única persona. "Yo que sentí el horror de los espejos no sólo ante el cristal impenetrable donde acaba y empieza, inhabitable, un imposible espacio de reflejos" dice Borges y como lo dice él no lo dice nadie. La cosa se complicaba y el tiempo pasaba. Finalmente decidieron pedir ayuda terapéutica. 

CAPÍTULO 3

Aquél psicólogo escuchaba con paciencia y profundo interés el relato de las mellizas, porque se negaron en redondo a ser atendidas por diferentes profesionales. Él era joven pero ya estaba acostumbrado a lo binario. Después de todo, había nacido y crecido en un país pero vivía en otro distante y distinto. Por eso prestaba una especial y duplicada atención al complejo tema. Por momentos le divertía aquéllo y hacía algún comentario payasesco para restarle dramatismo a la sesión. Porque dramático era, aunque no trágico, más bien como un sainete, medio estrambótico y delirante. El se imaginaba que estaba en un circo donde unas guapas mellizas saltaban a lomos de caballos engalanados que hacían pasos de tango imposibles. El mismo nombre del psicólogo, Unai, evocaba algo único, en singular, uno, ideal para compensar tanta duplicidad. Al fin la sesión terminó y quedaron en verse la próxima semana.  Minutos más tarde, Unai, sonriendo con amabilidad, se despidió y cerró la puerta detrás de la joven paciente, que se alejó caminando lentamente. 

 

5 comentarios:

  1. Muy, muy bueno. Yo aquí disfrutando a mis mellis. Son buenísimos. Abrazos.envialo a alvuna revista para quelo publiquen.

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  2. Algunas personas no se dan cuenta que el desenlace deja claro que se trata de una única mujer.

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  3. Incontables habitantes de la misma cabecita

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