jueves, 16 de septiembre de 2021

LEY DE EXTRANJERÍA

CUENTO CORTO DE MÓNICA BARDI

CAPÍTULO I

"¡No te podés casar con ella!"casi gritó el abogado por teléfono a Ulises. 

Pero empecemos por el principio. Esta narración merece paladearse desde el vamos...más cronológica, para que la gente entienda de qué se trata.

Nuestro héroe, Ulises, había emigrado desde una república bananera a una magna, noble y antigua monarquía. Imaginen: abrumadoras diferencias entre una y otra. En la magna, tráfico de influencias; en la otra, tráfico a secas. Y no había emigrado solo. ¡No! Lo hizo con varios hijos (un número indeterminado) y un futuro yerno. Todos entraron como turistas pero con la oculta idea de quedarse a vivir. Oculta para las autoridades, obvio. Ellos se trajeron hasta el colchón. No eran unos irresponsables, para nada. Todos se apoyaban en Ulises, que tenía convalidado el título de especialista en tuercas y tornillos y de su trabajo irían saliendo adelante en la vida. 


De a poco se fueron instalando, una pequeña empresa le dió trabajo a Ulises (en negro, claro, porque no tenía permiso de trabajo y residencia) que ejercía con un mote porque el nombre del héroe de la Odisea era demasiado cantoso. Como eran tercermundistas no les importaban las incomodidades ni los muebles viejos de un departamentito a donde fueron a vivir, en las afueras de una ciudad a orillas del Mediterráneo, prestado por una amiga de los dueños de la pequeña empresa. 

Presentados todos los documentos  pertinentes a extranjería para obtener la tan ansiada legalidad, esperaron la respuesta de las autoridades. 

CAPÍTULO II

Unos meses más tarde y sin novedades a la vista, a Ulises lo llamaron de la policía. Con muy buen olfato pensó que aquéllo olía mal. Para exorcizar el asunto, se compró una planta de albahaca en una macetita coqueta y con sus mejores pilchas, se presentó en la cana. 

"Pero, doctor", se explayó el uniformado, "usted está expulsado". Ulises miró a la albahaca y respondió entre suspiro y suspiro: "Ehhhh... perdone, agente, ¿no está fulano de tal?" 

"No, está de baja por enfermedad". 

El fulano de tal era el amiguete que iba pasando su expediente del primer al último lugar, así, eternamente, en el fondo del cajón. Porque el tráfico de influencias al final existía en esta magna, noble y antigua monarquía. "Con lo fácil que es coimear a un funcionario... acá se complican mucho la vida" pensó Ulises, pero no dijo nada. 

Viéndose acorralado, preguntó: "Ya que estoy expulsado y me tengo que ir ¿Ustedes me van a pagar el pasaje, a mí y a mis hijos?". "Imposible" dijo el otro, "si le tuviéramos que pagar el pasaje a todos los inmigrantes indocumentados, imagínese..."

"Pero es que no tengo dinero para tan caro y largo viaje y de tantas personas". 

"Pero se tiene que ir...no sé cómo...está expulsado, ¿entiende?"- ahora el acorralado parecía el uniformado, no pudiendo dar una respuesta lógica a semejante encerrona burocrática. "Está expulsado", repitió como un robot. "Es que...al estar expulsado no podrá alquilar una vivienda".

"Pero si ya alquilé, ahí vivo", mintió, porque en realidad era prestada. 

"Pero... pero... no podrá abrir una cuenta bancaria" 

"Ya tengo cuenta bancaria. La saqué con el pasaporte" está vez no mintió el doctor. La tenía. 

"No podrá tener un coche". apostilló el otro. 

"Pero si ya tengo. Un Simca 1000 y ya hicimos la transferencia. Con mi pasaporte".

 El poli ya no sabía que decir ante la farragosa e insólita situación y pensaba: "estos inmigrantes se saltan todo lo establecido". 

Ulises se crecía al ver al policía cada vez más confundido, en aquel laberinto sin salida: "Le entiendo, pero piense, agente, por un momento, sólo imagine que no puedo dejar a un número indeterminado de hijos y a un futuro yerno, todos menores de edad, sin mi amparo e irme solo, que sería lo más barato"

"No, por Dios, cómo va a hacer eso... son tantos niños...en fin...pero se tiene que ir, usted y los niños..., la orden de expulsión aquí queda... " musitó el policía con un hilillo de voz y puso el expediente al final del cajón, de donde nunca lo debía haber sacado. "A propósito, doctor, resulta que tengo un problema en una tuerca y me estaba preguntando si me podría echar un cable... usted sabe mucho de eso, ¿no?"  

"Faltaría más, aquí me tiene, a su disposición", sonrió Ulises, desbordando simpatía y coleguismo. Había conseguido un nuevo amigo, gracias a la plantita de albahaca y su perfume arrollador. El amor siempre prevalece.

CAPÍTULO III

Pero claro, el pobre inmigrante indocumentado sabía que aquéllo era una salida temporal y el huracán volvería a soplar, de modo que acudió a sus incondicionales jefes de la pequeña empresa para pedirles ayuda. Ellos, tan desesperados como él, ya habían presentado la solicitud a las autoridades tres veces y las tres veces se la habían rebotado con el argumento de que la empresa tenía un capital social muy bajo y no podría mantener a un extranjero. 

¿Qué hacer? La legalidad había cerrado sus puertas... Volver "con la frente marchita", nunca. Las noticias de la república eran terriblemente desalentadoras. Una hiperinflación, la gente desesperada. El padre de Ulises lo llamó por teléfono para pedirle expresamente que no volvieran, que hiciera lo que fuera necesario para quedarse en el viejo continente. "¿Ven, ven, cómo nos empujan a la ilegalidad, negándonos la posibilidad de hacerlo normalmente?" se justificaba a sí mismo Ulises. "Allá el caos y acá tantas leyes y ni uno ni otro resuelven nada. Si hasta me pondría a pagar impuestos voluntariamente, no me olvidaría nunca de ponerme el cinturón de seguridad en el coche y qué sé yo cuántas cosas más, si me aceptaran por fin tanto papeleo y me dieran los dichosos permisos". 

CAPÍTULO IV

Mi padre está preocupado: se emborracha a veces por eso. Y sumerge sus penas entre las tetas de la vecina, que es a quien tiene más a mano. El pobre. Es que no consigue los papeles. Menos mal que trabajo no le falta y dinero tampoco. Por eso se va de juerga. El pobre. Mis innumerables hermanos y yo ya pudimos entrar al colegio. Allí somos como unos bichos raros: es la barrera del idioma. Pero ya aprenderemos. Lo que más nos gusta a todos es la increíble libertad que tenemos acá: no hay peligros y si nos asustamos por lo que sea, la policía nos ayuda. Como cuando me rescataron de un despeñadero al borde del mar, al cual fuimos con otros chicos que conocí en el instituto, y yo no podía ni subir ni bajar de esa infame roca. Mi hermanita quiere volver a la República pero mi padre dice que ya no podemos volver atrás porque "quemamos las naves". Querrá decir que no podemos volver por falta de medios de transporte y porque allá no tenemos donde caernos muertos. Pero si cuando vivíamos allá mi padre laburaba como un animal y luego no podía pagar el teléfono. Todo se lo comía la inflación. Aunque hemos de admitir que el nunca fue un as de la administración. Yo no sé qué hace con la plata. El pobre. No querría estar en su pellejo. ¡Y mi madre!, que se fugó con un tío Patilludo con  mucha pasta y nos dejó tirados a todos: marido e hijos. 

Decía que la teníamos podrida pero que, a pesar de las apariencias, nos quería... yo creo que en el fondo, muy en el fondo, claro que nos quiere (a su manera), y nos prometió que nos mandaría muchas postales de sus viajes con el tío Patilludo. Yo le creo. La pobre, ya era hora de que fuera feliz. Lo peor es que mi padre se quería ir con ellos dos, si, así como lo oyen, ¡con ellos dos!, lo cual nos dejaba a nosotros con el culo al aire. Menos mal que lo convencimos de que era ilegal abandonar un número indeterminado de hijos menores de edad, que iba a terminar en la cárcel y al final se quedó. La ventaja de todo este quilombo es que los dos, en el fondo, muy, muy en el fondo, nos quieren. Entonces se sienten culpables y nosotros sacamos flor de rentabilidad de la situación. Eso lo sabemos todos los hijos de divorciados, aunque mis padres sólo están separados, no divorciados, porque en el fondo, muy, muy en el fondo, se quieren y seguro que van a envejecer juntos porque el amor siempre prevalece. 

CAPÍTULO V

"Tengo la solución", afirmó con aires de triunfo el dueño de la pequeña empresa. "Te casas con una de acá y obtienes los papeles...y luego te divorcias, ¿qué te parece la idea?"

"Fenomenal, una boda trucha...si no hay más remedio... pero ¿con quién?" contestó Ulises con su habitual falta de escrúpulos. 

"Yo tengo una tía, la tonta de la familia. Tú sabes que en todas las familias hay una persona medio retrasada, la pobre, es solterona, ya bastante vieja y por una cantidad de plata conveniente, se casaría".

"¡Ah, menos mal que era tonta! ¿Y cuánto?"

"Tanto...pero lo puedes pagar en cuotas"

"Bueno... en cuotas...bien. A ver, no me queda otra. ¿Cuándo empezamos?"

Faltaba un detalle: sería bígamo porque no estaba divorciado pero hete aquí que en un antiguo documento de identidad figuraba con su nombre de soltero, pero... pero...en la última hoja del documento de marras constaba el casamiento. Aunque, mirándolo bien, las hojas no estaban numeradas y, aunque lo estuvieran, era la última. Así que, con extrema delicadeza, arrancó esa hoja antipática y se presentó como soltero. ¡Y coló! ¡Las cosas que hay que hacer en esta vida de sainete! "Era tan fácil coimear a cualquiera allá, ¿por qué se complican tanto? En fin, esto es lo que hay y yo quiero la estabilidad de un país no corrupto aunque para ello me tenga que corromper". Y todo contento se lo fue a contar a su abogado quien, con un instinto infalible, le pidió los datos de la novia para averiguar. Por algo era defensor de estafadores y narcos. 

CAPÍTULO VI 

Mi padre dice que se va a casar para obtener los papeles, cavilaba la jovencita, si hasta  con el cónsul de mi país lo consultó. Y a él le pareció un plan infalible. Pero yo, en cuanto pueda, me vuelvo, me importan un pito los papeles. Extraño a mis amigas, a mi colegio, al barrio. Y a mi noviecito. Cada vez que hablo por teléfono con él, terminamos los dos llorando. 

Y cuando le digo a mi papá que me quiero volver me sale con el consabido "quemamos las naves". Que cuando tenga 18 años haga lo que quiera, pero ahora, imposible volver. En cambio, mi hermana mayor fue más lista: se trajo al novio con nosotros. Mi papá aceptó con la condición de que ella se pusiera un DIU, para no quedarse embarazada, lógico. Y a cambio de un dinero de los padres del novio: como una dote. Digamos que lo vendieron al chaval, pero en vez de cobrar, pagaron, y al mejor postor: mi papá. Así se deshacían del joven, que un poco ya estaba dando problemas con la autoridad; a un paso de la cárcel, por trapicheo, cosas de la adolescencia. 

Mi papá se embolsaba de esta forma algo retorcida, una pasta gansa. Pero bueno, mi hermana y él están felices y eso es lo que importa. Todo el mundo salió beneficiado. Igual somos muchas bocas que alimentar y mi padre no es rico. A veces lo parece, porque nos da mucho dinero pero es que todavía no maneja bien la moneda local y nosotros aprovechamos esa circunstancia para comprarnos de todo. Pero en cuanto pueda, me vuelvo. Me voy a la casa de mis abuelos y aquí, al rey y a toda su parentela que les den. Somos tan distintos, extraño tanto y encima no les entiendo nada cuando hablan. Yo me vuelvo con mi noviecito: al final, el amor siempre prevalece. 

CAPITULO VII

"¡No te podés casar con ella!" vociferó desesperado el abogado a Ulises. "No nació acá y eso figura en su partida de nacimiento, indispensable para que se casen. Te vas a casar con una costarricense"

"Pero eso no puede ser... yo mismo vi su DNI y su pasaporte y son de acá" respondió incrédulo el pobre hombre, al ver que la solución de su vida se le escapaba como un pedo en una canasta...

"Pero lo que cuenta es la partida y cuando él nació vivían en Costa Rica y allí lo incluyeron en la cartilla de racionamiento, que era el documento de la época. ¿Me crees, no? No vayas a meter la pata."

"Hombre, me cuesta, me jode, me decepciona...pero te creo, tú de esto sabes mucho... ¿Y ahora, qué hago, dios mío?".

"Ni idea. ¿Buscar otra novia?"

CAPITULO VIII

Ya sé que yo soy el menor de un número indeterminado de hijos pero tarado no soy y me doy cuenta que mi padre anda buscando novia para casarse, aunque casado ya está. Pero eso no importa porque no se casa de verdad: es sólo para obtener los papeles. Es cuestión de interpretaciones, dice mi hermano que dice Nietzsche, que no sé quién es porque no sale en televisión. Yo, la verdad, es que me encuentro muy a gusto en este país. Los chicos vecinos enseguida se me acercaron y poco tiempo después casi les entendía lo que hablaban, aunque cuándo les pregunté cuánto había acá de inflación, me miraron como si fuera un marciano. Lo que más me gusta es mi gato siamés. Duerme conmigo. El colegio, bueno, qué sé yo, muy bien no me va...pero ya mejoraré. Mi padre no me puede ayudar porque él entiende menos que yo. Y eso que es doctor en tuercas y tornillos. Mi hermana mayor y su novio tratan a veces de ayudarme, pero como son tan jóvenes, están siempre en la cama, encerrados en su habitación. Dicen que son las hormonas. Me parece bien, así hacen el amor y no la guerra. Son muy cariñosos conmigo, aunque más lo son entre ellos. Lógico, están enamorados. 

CAPÍTULO IX

Una amiga de un amigo de una amiga de mis jefes de la pequeña empresa es juez. Y entonces alguien le explicó la terrible situación en la que me encontraba y, haciendo uso de su gran poder (si la gente supiera cuánto poder tiene un juez, no podría dormir en paz), "fabricó" una partida de nacimiento de mi "novia" que sirvió para casarnos. Y nos casamos porque yo era puntual con mis pagos. Vino bastante gente a mi boda trucha en el ayuntamiento y los primeros invitados fueron mis amigos, los policías de inmigración, que por fin pudieron tirar mi orden de expulsión a la basura y estaban muy contentos de que el farragoso asunto estuviera ya resuelto. 

Cuando conocí a mi "novia" no me pareció fea ni tan vieja pero sin duda tenía un retardo sináptico aumentado. Ustedes dirán qué es eso. Pues es cuando la información pasa de una primera neurona, mediante neurotransmisores, a una segunda neurona. Ese proceso tarda fracciones de segundo y a eso se llama retardo sináptico. Bueno, en el caso de mi "novia" tardaba un poco más. Por eso había que hablarle despacio y darle un lapso prudente a su cerebro para que entendiera y enviara una respuesta adecuada. Eso era bastante cómodo porque uno podía estar leyendo el diario mientras llegaba la contestación. Daba tiempo a todo. De todos modos, nunca convivimos, obvio. 

A mi mujer y a su tío Patilludo, que, por cierto, fueron muy amables al venir a mi boda, les pareció ella muy simpática y enseguida hicieron buenas migas, charlando sin ton ni son. Mientras, yo le sacaba unos mangos al tío Patilludo, explicándole los terribles gastos que me daban tantos chicos. Soltó una suma modesta, pero yo me conformé. Y hablando de chicos, estaban encantados de volver a ver a su madre luego de tanto tiempo. Felices. Y yo, satisfecho porque luego de una agotadora carrera de obstáculos, obtuve por fin los anhelados "papeles", aunque fuera de manera algo heterodoxa, por decirlo suavemente. Alguien que no recuerdo dijo que "el fin justifica los medios". Y creo que tenía razón, porque el fin fue bueno: ahora pago mis impuestos, respeto las normas de tráfico y ya no intento coimear a nadie. Sólo saco alguna ventaja en circunstancias excepcionales, de viejos amigos y conocidos, por ejemplo, los policías. Pero eso, visto con perspectiva, es un pecado venial ¿no les parece?

THE END. 


 







2 comentarios:

  1. 👏 y lo haria de pie. Lo dicho es tu fuerte y tu verdadera profesión!!!!!!!!!

    ResponderEliminar
  2. Que buen relato, no le falto nada, hasta suspenso para leerlo hasta el final. ¿de verdad no pensaste en un libro?

    ResponderEliminar