jueves, 19 de mayo de 2022

SIESTA

 Pintura de la siesta por Julio Romero de Torres.


Por Daniel Ripesi

El sol del verano clausuraba al pueblo en siestas interminables y herméticas. Las calles eran de tierra y cada tanto un camión cisterna las regaba para asentar el polvo. Entre tanto, el reloj de péndulo de la abuela se hacía cada vez más lento y dilataba la hora de salir a jugar. Entonces, escaparse subrepticiamente, robar la bici desvencijada de mi tío, era una rebelión indignada a esa detención absurda de la vida, sentir el viento soplando despacito en mis orejas, escuchar  el rechinar rítmico de los pedales medio oxidados de la bici… Mi territorio de infancia.

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